Existe la creencia de que los dolores de cabeza son propios de los adultos, y que cuando se presentan en un niño son signo de graves enfermedades. Sin embargo, son un fenómeno frecuente en la niñez. Antes de los siete años, aproximadamente un 40 % de los pequeños podría haber presentado una molestia de este tipo, pues no son enfermedades en sí, sino síntomas que se producen a razón de una patología de base.
Tienen múltiples causas: situaciones de estrés por conflictos familiares o escolares, trastornos depresivos o ansiosos, el consumo de ciertos alimentos, predisposición genética, como en el caso de las jaquecas; problemas visuales o enfermedades infecciosas.
Los dolores de cabeza de origen tumoral son mucho menos frecuentes. Cuando así ocurre son cuadros graves que aparecen junto a una serie de otros signos que orientan claramente el diagnóstico médico. Entre ellos, alteraciones oftalmológicas (desviaciones del ojo, mirada borrosa o vista doble) que van asociadas a dolor. Suelen ir aumentando con el tiempo en intensidad y frecuencia, y se acompañan de otras manifestaciones como vómitos o tortícolis, las que hacen que los niños se despierten de dolor a mitad de la noche. En estos casos la consulta a un especialista no puede esperar.
Si la molestia no es tan severa y es más aislada, hay que tener calma y recurrir al pediatra de cabecera, quien descartará otras situaciones. Como en todas las patologías, la automedicación está descartada.