Cafecitos del mundo y sus nostálgicas reminiscencias

/ 16 de Agosto de 2017
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María Angélica Blanco Periodista y escritora.

Tomar una o dos tacitas de café al día no sólo me energiza. También, en ocasiones, me trae aromáticas y nostálgicas reminiscencias de algunos cafés repartidos por el mundo que para mí son emblemáticos.

Cómo no evocar  el Café Florian, ubicado en la plaza San Marco, en Venecia, construido en 1720, punto de encuentro de grandes escritores, pintores, poetas y músicos, como Igor Stravinsky, Richard Wagner, Lord Byron, Paul Verlaine, Pablo Picasso y Ernest Hemingway, por nombrar algunos.

Sentada junto a una de sus  mesas con cubierta de mármol, mientras bebía un capuchino, contemplé embobada la belleza de su entorno y los ostentosos símbolos de tiempos pasados: la Basílica de San Marcos, con sus doradas cúpulas bizantinas; el Palacio Ducal y la Torre de los Moros, cuyo campanario anuncia cada hora con el claro sonido de su repicar. Sin duda, la vista desde el Florian es una epifanía para los sentidos.

En París, me cautivó el Café de Flore, también muy antiguo, instalado en Saint Germain des Prés, donde se reunía lo más granado de la intelectualidad parisina. Casi a diario, acudía la famosa pareja de existencialistas formada por Jean Paul Sartre y la suma sacerdotisa del feminismo, Simone de Beauvoir, y escritores de la talla de Albert Camus o Francoise Sagan.

Disfruté mi café escuchando la pastosa y quebradiza voz de una joven estudiante de La Sorbonne, quien imitaba prodigiosamente a Edith Piaf.  Dicho episodio me hace recordar a la Ciudad Luz arrullada por el timbre inconfundible del “gorrión de París”. Fumadora y bebedora empedernida, la Piaf solía juntarse allí con sus amistades para degustar café con aguardiente.

Otro de mis favoritos, es el Café Gijón, reliquia arquitectónica que data de 1888, ubicado en el Paseo de los Recoletos, en Madrid. Beber un buen café acompañado de churros es un privilegio, pues cada uno de sus rincones conserva la pátina del tiempo. Numerosas fotografías dan testimonio de quienes lo frecuentaron y de quienes siguen siendo clientes asiduos. Entre sus parroquianos más célebres destacan Federico García Lorca, Salvador Dalí, Juan Ramón Jiménez, Manuel de Falla y Antonio Machado.

El Café Gijón constituye una leyenda. Y cómo no, si cobijó a tantas plumas brillantes.  García Lorca pasó allí largas horas escribiendo poemas y obras dramáticas, poco tiempo antes del estallido de la guerra civil que le costó la vida.

Y así, entre café y café, he evocado algunos de mis cafés predilectos que guardan, sin duda, un sello de historia y de nostalgia.

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