Ingresamos esperanzados a este nuevo periodo electoral para el que nos han prometido tiempos mejores. Ello, tras culminar otro con una serie de promesas incumplidas, entre ellas, el no cierre de Punta Peuco, que sorprendió negativamente a muchos, sobre todo al mundo del bacheletismo. Tanto así, que en las últimas horas y días hubo explicaciones poco convincentes al respecto, que más que todo evidenciaron una postura vacilante de quien debía tomar tal determinación.
El Sename, por su parte, fue el más duro de los talones de Aquiles del recién terminado gobierno, con más de mil niños que perdieron su vida al interior de esos oscuros murallones que tantas veces dieron cuenta de los peores malos tratos. Cifra exorbitante de violaciones de los Derechos Humanos que dejaron estupefactos al resto de las familias chilenas. Es que ese halo de impresión gubernativa se extendió apocalípticamente por todos los rincones de aquel periodo presidencial, pleno de imprecisiones y errores.
De ahí que las esperanzas están puestas en este nuevo Ejecutivo, que más que llegar a prometer, decidió hacer realidad esa máxima que habla de que “primero están los niños”. Una tarea desafiante para el nuevo gobierno, que no tiene otra opción que superar el cúmulo de contradicciones generadas por una mal entendida acción política del anterior oficialismo.
Quienes estamos por oficio y profesión atendiendo a la actualidad, observamos un próximo marco temporoespacial que debería tratar bien a los connacionales, dejando atrás las mancuernas políticas y las exclusivas y excluyentes preferencias en favor de un partido.
Ojalá que el mundo de las prebendas y regalías haya finalizado. Al menos estas primeras voces del Presidente Piñera nos hablan más de esfuerzos y sacrificios que de otros afanes demagógicos en plenitud. Observo por la ventana de mi oficina académica que se avizoran tiempos mejores.