Chile “a por”…

/ 23 de Marzo de 2017
contreras
Prof. Dr. Marcelo Contreras Hauser. Master y Dr. en Derecho y Ciencias Políticas y Sociología.

De mi larga estada en la península Ibérica, el famoso “a por”, castizo de pura cepa, quedó para siempre en mi consciente. En un comienzo, dado nuestro habitual lenguaje chileno, hasta me chocaba. “A por las papas”, escuchaba al llegar a Ballesteros de boca de su dueño, propietario de aquel magnífico restaurante de un tenedor, ubicado en la estrecha calle del Madrid de los Austrias, donde los turistas acuden con agrado y en masa, y en donde nada más sentarse se iniciaba el coloquio entre personas que tantas veces recién se conocían, todo en la compañía de un enorme jarro de agua fría que llegaba a la mesa en el primer momento. Se compartía amigable y solidariamente. Tanto así que se podía ubicar al lado del más poderoso económicamente cualquier funcionario municipal vestido de overol que se ganaba la vida limpiando las calles y aceras y que, sin más, al entrar exclamaba: “¡Gachó, ¿Qué hay? ¡El Madrid ganó ayer!” Allí comenzaban las opiniones… agradables y sanos clientes. Es que en Ballesteros todos terminan conociéndose y estimándose, ricos y pobres, intelectuales y analfabetos, en un ambiente que, día a día, regala lecciones de vida, sencillez y humanidad.

Por estos lados hace falta que la inmensa mayoría visite Ballesteros, ese largo y angosto restaurante atendido por familiares que permanecía lleno de personas afables y sin poses. En aquel paraíso turístico se escuchaba a cada rato el popular “a por”. A nosotros, en esta larga y angosta franja de tierra nos hace falta traspasar la preocupación por el régimen de los bienes a aquel mejor espíritu del régimen de las personas.

A no ser que aquí ocurra alguna de las usuales catástrofes, no sabemos de la generosidad y del compartir entre todos. La inmensa mayoría vive preocupada de situaciones y cosas banales.

Sin embargo, gracias a Dios, siempre hay excepciones que nos traen de vuelta el ánimo y la confianza. Fue lo que me ocurrió cuando, en una travesía en yate por los canales del sur junto a una media docena de amigos, todos profesionales exitosos, conocí al excepcional Felipe Cubillos. Ese navegante solitario que cruzó océanos y mares del mundo una y otra vez. A él también le parecía simpático aquel “a por”, de modo que, a lo largo del viaje, brotaba natural la referencia a aquel dicho castizo. Quienes lo hayan conocido, de seguro coincidirán en que la bonhomía y solidaridad lo retrataban de cuerpo entero. En aquel viaje, él como abogado y economista, y yo, como abogado y sociólogo, entrecruzamos opiniones y temas profundos y espontáneos que jamás olvidaré. Es que Felipe era un hombre bueno que iba “a por” el bienestar de los demás. Largas charlas confirmaron que me encontraba ante una gran persona, que iba “a por” la preocupación por el desvalido, su prójimo, los demás. A partir de ahí, aquel ir “a por” los demás tuvo para mí una expresión, un contenido de muchísima fuerza y vigor. Si lo observara desde el hoy tendría que decir todo un desafío, al que buenamente tantas gentes se han ido uniendo, logrando a través de sus esfuerzos enormes objetivos aplaudidos por todos.

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