Ciencia, tecnología e innovación en Biobío: un necesario punto de inflexión en tiempos turbulentos

Claudio Maggi Campos                             Director de Desarrollo e Innovación UdeC.

 

La Región del Biobío continúa siendo indiscutiblemente una de las “grandes” del país. Si medimos su peso relativo demográfico, se sitúa en tercer lugar -ya sin Ñuble- con casi un 9 % de la población nacional, superada solo por las regiones Metropolitana y de Valparaíso.

Si, en cambio, consideramos su peso económico en términos de PIB regional, Biobío cae al cuarto lugar, al ser desplazada por la fortaleza minera de la región de Antofagasta. Sin embargo, al comparar el peso relativo de Biobío conforme con la inversión en investigación y desarrollo científico y tecnológico (I+D), nuestra región (sin Ñuble) se posiciona en segundo lugar nacional, superando en esta dimensión a Valparaíso y a Antofagasta. Lo anterior no sorprende, tomando en cuenta la tradición universitaria de Concepción, así como la masiva presencia de casas de estudios superiores y centros de investigación, con reconocidas capacidades para el desarrollo de la actividad científica, tanto básica como aplicada.

Lo que sí sorprende y, no positivamente, son los magros resultados que Biobío exhibe en materia de innovación empresarial. Esto porque la región posee además un importante tejido productivo, con presencia de grandes, medianas y pequeñas empresas en diversos sectores, destacando un significativo peso de la industria manufacturera, por lejos, el mayor del país en términos relativos.

Caracterizada por un vigoroso desarrollo industrial durante buena parte de la segunda mitad del siglo pasado, Biobío ha sido testigo en las últimas décadas del progresivo declive o racionalización de parte de sus industrias punteras como la del carbón, la siderurgia, petroquímica, la pesca extractiva y la actividad metalmecánica, contrayéndose en consecuencia un número significativo de fuentes de empleo. Hoy parece estar lejos de los núcleos de las cadenas de valor emergentes en la era digital, pero ¿puede esto cambiar? Claramente sí, considerando que un factor clave es la disponibilidad de talento, insumo principal de la economía digital, algo que Biobío produce en abundancia, con más de 120 mil estudiantes de educación superior.

Nuestra región cuenta con evidentes capacidades y, al mismo tiempo, enfrenta desafíos singulares en materia de aggiornamento competitivo y renovación del tejido productivo y de servicios regional. En otras palabras, la innovación es un imperativo regional para competir, crecer y generar prosperidad. Sin embargo, la última Encuesta Nacional de I+D e Innovación, con datos de 2016-2017, nos dice que el desempeño innovador de Biobío es magro, situándolo en un lugar rezagado a nivel nacional, en contraste con el liderazgo que mantiene en materia de I+D. En los enfoques más contemporáneos de desarrollo y economía del conocimiento, los conceptos de ciencia, tecnología e innovación interactúan constante y estrechamente, conformando los llamados ecosistemas de innovación, cuya fortaleza no solo está determinada por las capacidades existentes, sino por la frecuencia y calidad de las interacciones entre las empresas, la academia, las instituciones públicas y las organizaciones representativas de la sociedad civil. Es lo que bajo esta perspectiva conocemos como cuádruple hélice. Algo pasa en Biobío: tenemos buenas hélices, pero no parecen estar girando adecuadamente para despegar.

“En otras palabras, la innovación es un imperativo regional para competir, crecer y generar prosperidad. Sin embargo, la última Encuesta Nacional de I+D e Innovación, con datos de 2016-2017, nos dice que el desempeño innovador del Biobío es magro…”.

¿Cómo resolver este desbalance? Primero, promoviendo más y mejores prácticas de colaboración empresa-universidad. Ambas partes parecen estar al debe, y corregir esta distancia implica disponer espacios de interacción, experimentación y construcción de confianzas. Los incentivos públicos, tales como instrumentos FIC o CORFO, deben estimular decididamente estas dinámicas, especialmente, en sus fases tempranas. En segundo lugar, no basta con promover el emprendimiento innovador en su etapa embrionaria, deben asegurarse condiciones de entorno, servicios financieros y no financieros, para que las startups locales puedan transitar el llamado “valle de la muerte”, sus primeros años, y luego acelerarse para escalar. De no ocurrir ello, deberemos resignarnos a ver cómo las y los emprendedores más talentosos emigran para dar el salto. Paulatinamente, los programas públicos han ido enfocándose hacia estos énfasis, aunque menos decididamente de lo que quisiéramos. Deberemos esperar a ver la nueva Encuesta de I+D+i para saber si nuestra región ha comenzado a revertir estas brechas.

O’Higgins 680, 4° piso, Oficina 401, Concepción, Región del Biobío, Chile.
Teléfono: (41) 2861577.

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