Con el ADN del Deutsche Schule en la sangre

/ 26 de Abril de 2012

El establecimiento fue creado el 1 de marzo de 1888 y a su reconocida excelencia académica y tradición en la entrega y formación con valores, dos de sus ex alumnos lo reconocen como vital en sus vidas profesionales y como una fuente inagotable de buenos recuerdos. “Nos formaron con cariño, eficiencia y responsabilidad”, dicen Bettina Stengel y Bernardo Goecke.

La intensa vida del médico internista del Hospital de Curanilahue y de la UCI, en la Clínica Universitaria de Concepción, Bernardo Goecke Hochberger, transcurrre entre esta ciudad y la provincia de Arauco, pero no duda en hacer un alto en lo que denomina “un buen ejercicio” para recordar su época en el Colegio Alemán, etapa en la que descubrió y desarrolló sus potenciales con un altísimo nivel académico. Para este joven (29) fue clave el estándar de calidad de su colegio con metodologías de enseñanza importadas desde Alemania. Pocos alumnos por curso permiten conocer y sacar lo mejor de cada uno, dice este profesional que además es el encargado del Programa VIH del Servicio de Salud Arauco.
Ingresó al prekindergarten en 1987, al mismo establecimiento donde estudiaron su madre y su abuela; el que se imponía en la época como uno de los mejores y el único que le permitiría estudiar el idioma en Concepción.
De sus recuerdos, destaca lo bien que lo pasaba jugando en los patios, a las “Tantes” y sus primeros amores. “Siempre recuerdo lo emocionante que era prepararnos para la fiesta de Pascua, y la venida del “Osterhase” (el conejito), pintando huevitos y adornando todo el lugar”, evoca.
Fue, sin duda una infancia feliz y plena de recuerdos. Uno muy atesorado son los paseos al “Schulheim” de Contulmo, que se quemó algunos años después. “Ese precioso y antiguo hogar/internado era nuestro albergue mientras duraba la mejor semana de paseos al Lago Lanalhue, y al Parque Nahuelbuta….y el que se portaba mal, arriesgaba tener que ¡dormir en saco en el museo de animales embalsamados!”, recuerda. Estaba en cuarto o quinto básico y parece que fue sólo ayer cuando el paseo finalizaba con una fiesta y su primer “lento”, y con la clásica guerra de bombas de agua.
Durante el año, su pasión también eran los deportes. De pequeño, el colegio incentivó la práctica del atletismo, la que forjó su espíritu de superación y disciplina. Ya más grande, el básquetbol le quitó el sueño.
El Colegio Alemán fue excepcional en el área científica, de idiomas, deporte y en lo artístico: “Nos abría puertas para explotar el potencial de cada uno”. Un ejemplo es la lengua nativa que le permitió ser parte de programas de intercambio, conocer otras universidades y sistemas de salud, y ampliar posibilidades de especialización y posgrados en Alemania y Austria.
Sin embargo, lo que más destaca hoy son los lazos humanos: “A muchos docentes les agradezco su profesionalismo y entrega; esas relaciones alumno-profesor que se acrecentaron con los años. En básquetbol, con los hermanos Cáceres; en música, el profesor Vera; en matemáticas, el profesor Barrales; y en ciencias, el profesor Haro, sin duda grandes personas y tremendos docentes, a los compañeros de sala, aventuras y de equipo con algunos colegas -Chafik Chacur- y otros con profesiones tan distintas, como Petter Skog (arquitecto), o Claudio Heufemann (ingeniero civil industrial). Somos como hermanos; no podemos dejar de juntarnos”. Por todo lo anterior no dudé en poner a mi hijo en el Deutsche Schule de Concepción, esperando que reciba aun más de lo que yo recibí en educación y formación.

Desde Alemania con cariño

Era 1988, cuando Bettina Stengel Uslar, ingeniero agrónomo con especialización en fruticultura, directora Comercial de la oficina de ProChile en Alemania, ingresó al Colegio Alemán. Lo hizo porque nunca hubo otra opción: “Mis dos hermanos grandes ya estaban ahí”, enfatiza.
De su niñez, menciona el paso desde kindergarten a primero básico. “El hecho de cruzar la calle y pasar al colegio de los “grandes” es algo que siempre tendré presente. Fue la primera vez que usé el uniforme. Recuerdo el cono gigante (debe haber sido muy chico pero lo recuerdo enorme) lleno de dulces que me entregó algún compañero “grande” el primer día de clases. Yo iba con mi mejor amiga; no nos separábamos ni para ir al baño”, comenta esta profesional que define su formación académica como de primer nivel.
“El colegio siempre nos impulsó a ser muy proactivos e independientes: Es clave para valerse por sí mismos en distintas facetas de la vida”, dice, además de la diversidad: “Es muy abierto; hay alumnos de distintos estratos sociales, países y religiones; por eso inculca el respeto por el prójimo, el aceptar y compartir las distintas visiones de las personas sin juzgarlas por pensar y ser distintos”.
Destaca también el sello de la responsabilidad: “Es una marca muy fuerte del colegio y algo que queda en el ADN de los alumnos. Más que mejores puntajes, educa de manera integral. El colegio forma personas capaces en todo sentido, para que sigan una línea en su vida, tanto en el ámbito laboral como personal; entrega herramientas para la realidad laboral, para ser competitivos e interesantes para el mercado industrial”.
Y del idioma, Bettina dice: “Mi vida profesional siempre ha estado relacionada con las exportaciones, y el saber alemán me abrió muchas puertas”.
Finalmente, destaca a su grupo de amigos formados en el mismo colegio. “Esta amistad sigue siendo muy fuerte y ahora que estoy a más de 10 mil kilómetros de distancia, seguimos en contacto. Son amistades que no se pierden, aunque uno no los vea tan seguido ni esté hablando todos los días”.

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