Desconcertación penal juvenil

/ 15 de Junio de 2007

Otra estación “desconcertada” en la agenda de Gobierno; sí, otra más. Sin duda que la gota colmadora de la paciencia nacional, fue y es el Transantiago. Auténtica debacle sobre ruedas para el oficialismo, que minuto a minuto parece ser progresiva.


En efecto, para que en medio de aquella tromba el Comité Político de Gobierno del pasado viernes 11 de mayo privilegiara el tratamiento de esta Ley de Justicia Juvenil por sobre el Transantiago, dice de la “gravedad uno” de este cuerpo legal que se advierte como inadecuado, desajustado en solemnidad.


Es que la paciencia colmada de la tía abuela Esperanza, habitante de la capital afectada tanto por la delincuencia como por el Transantiago, la ha llevado a cambiar sus pacientes actitudes y vocabulario; ahora, en el segundo en que aparece la Presidente en el canal de TV cambia el canal, y, al que llamaba Presidente Lagos, le denomina hoy Capitán Planeta. Paciencia colmada en la propia Concertación, cuando se afirma por la primera autoridad de uno de sus partidos más representativos en votación popular que: “esto no da para más.”, claro, se llama Soledad.


El nuevo “ayudándote a sentir” de la agenda gobernante encontró a última hora sorpresivas “indicaciones” en términos técnicos, las que sorprendieron grandemente al Ejecutivo y su equipo, aun cuando en informaciones de prensa aparecidas el domingo 13 de mayo se habrían codificado como “manejables”. Lo realmente inaceptable para la casa política gobernante era que “una vez más sus propias huestes se desalinearan frente a una Reforma calificada de emblemática por la Presidente.


Desde siempre y en todos los tonos profesionales hemos sido críticos ante la ausencia – que es carencia total – de políticas en nuestro país, así ocurre en Educación y en Deportes, entre otras, y, particularmente, en materia de delincuencia, criminalidad y seguridad ciudadana. La política criminal es ineficiente en solemnidad porque carece de estructura y funciones eficientes, es decir, no existe en la realidad.


Antes de ayer y ayer otras desconcertaciones. Hoy es la Ley Nº 20.084 en tramitación, la justicia juvenil que preocupa al ciudadano quién encarna la desconcertación de turno.
No, no estamos con quienes piensan que con “una Ley” vamos a solucionar el problema delincuencial infanto-juvenil que nos asalta en medio de un mundo en que la edad de iniciación criminogenética ha descendido al borde de los dientes de leche.


Hace casi una década fundé el “Instituto de Criminología de Chile”, del cual fui su primer presidente con un directorio internacional y nacional. Hace ocho años también fundé la “Revista de Derecho, Criminología y Ciencias Penales”, de la cual fui su primer Director. Ya en el Nº 1 de la Revista – (año 1999) -, en nuestra editorial fundacional escribíamos respecto de la inminente presencia infanto juvenil en una sociedad criminógena y criminogenética. Sumábase a nuestra opinión, en un artículo que le pertenece – en la misma Revista – el profesor Luis Ortiz Quiroga, académico de la Universidad de Chile y Pontificia Universidad Católica, también Doctor en Derecho y Criminología, quién atendiendo a la Responsabilidad Penal del Adolescente concluía que la reforma legislativa propuesta debía ser necesariamente complementada sumando medidas sociales, económicas y culturales. En estas horas, más que postreras, otra vez desconcertados, observamos que ello no ha ocurrido. Todo lo contrario, funcionarios y profesionales de Gendarmería, Servicio Nacional de Menores y los propios Fiscales han señalado en todos los tonos que no cuentan con la infraestructura y medios adecuados para implementar y dar eficaz cobertura al infanto juvenil infractor de ley.


Por estos días estoy llevando a cabo un curso interdisciplinario de Sociología Criminal para alumnos de varias Universidades del país, centenares, de muy diferentes carreras universitarias, incluyendo Derecho, Psicología, Antropología, Servicio Social, Sociología, Economía, Perito Forense, Investigadores Criminológicos y otras. Ellos, muy jóvenes, todavía no egresados de las mismas en su inmensa mayoría, ya saben que sólo con una Ley no solucionamos la conducta desviada o la francamente antisocial. Por cierto, una ley mal implementada es otro Transantiago, otros Tribunales de Familia caóticos, otra Gendarmería sin cárceles prometidas, otro Servicio Nacional de Menores carente de infraestructura y con déficit profesional. No, la sola ley no más no soluciona el desajuste real, actual y vigente, en todo orden de materias. Faltan políticas eficientes y, en cambio, sobran desconcertaciones.
TEXTO: Marcelo Contreras

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