El amor sin compromiso

/ 20 de Octubre de 2015
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María Angélica Blanco Periodista y escritora.

Han transcurrido milenios desde que Homero nos legó La Ilíada, epopeya que narra la guerra desatada por el amor que consumió al príncipe Paris por Helena de Troya. Y siglos y siglos desde que Sófocles escribió Antígona, tal vez para que ninguna otra mujer tuviera que inmolarse desgarrada entre las leyes o los sentimientos, como aquellos que plasmó Shakespeare en Romeo y Julieta, los míticos enamorados que optaron por el suicidio para ascender juntos hacia la eternidad. Hoy nadie muere por amor, porque asistimos a una era que sufre el infernal fracaso de este sentimiento.

Es como si la vacuidad de estos tiempos nos dijera que se ha perdido la necesidad de aferrarse al otro, a aceptarlo en su totalidad, en su oscuridad y en su fulgor. Vivimos una época donde las relaciones se balancean entre el egoísmo, la inconsistencia y el descompromiso. En un mundo competitivo y narcisista, y en una ambigüedad muy cómoda, donde los vínculos se establecen con reglas casi sádicas.

Se busca estar lo suficientemente cerca del otro, pero también lo suficientemente libre para desatarse de un momento a otro, en un abrir y cerrar de ojos.

En una reciente columna, la psicóloga clínica, Eugenia Weinstein, se refirió al tema y admitió que quienes más sufren con este tipo de relaciones sin compromiso son las mujeres, quienes en su mayoría siguen siendo románticas y sólo se sienten validadas cuando son amadas.

A su consulta llegan chicas desgarradas, con el autoestima hecha pedazos, achacándose falencias y defectos inexistentes por no haber consolidado una relación estable. Eugenia Weinstein establece una lapidaria conclusión: en un 90 por ciento de los casos que atiende, son los hombres quienes evaden el compromiso y los que desaparecen bloqueando a su ex pareja, borrándola de su cuenta de Facebook o Twitter, de su celular, expulsándola de su vida, no sin antes haber entibiado sus sábanas y haber susurrado palabras ardientes en sus oídos. “Ocurre -reflexiona- que quiera o no quiera, la mujer de hoy está atrapada en un engranaje en el que rápidamente se llega al sexo, antes de conocer la esencia y el alma del otro”.

Me pregunto, a qué temen los hombres que no desean ataduras. Y me respondo que son cobardes o inseguros. Porque el amor involucra entrega, generosidad, ternura. También, riesgo y sufrimiento, que no están dispuestos a asumir. Les recomendaría que leyeran a Khalil Gibran, porque amar es sufrir, pero no amar es no haber vivido: “Cuando el amor te llame, síguelo, aunque sus caminos sean agrestes y escarpados. Y cuando sus alas te envuelvan, déjale, aunque la espada oculta en su plumaje pueda herirte. Y cuando te hable, créele, aunque su voz desbarate tus sueños”.

Eso es lo que pide el amor para no desaparecer.

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