El cielo es el límite

/ 27 de Septiembre de 2011

La frase se la escuché a mi estimado compañero de viaje en un hermoso raid marino por los canales del sur. La decía el hoy desaparecido Felipe Cubillos, capitán de nuestro yate, quien repetía tal sentencia de cara al firmamento. La máxima ha sido puesta y repuesta con total evidencia por la prensa en estos días.
A mí me agradaba la frase e hice mío lo del cielo como límite; a Felipe le gustaba mi reflexión respecto del coloquio humano, para mí “insustituible” y la hizo suya.
Fueron amenas y largas conversaciones en la cubierta del yate bajo el sol o el manto telúrico de las estrellas. Más cuando transcurrían días largos o semanas cortas llevando a cabo -en perfecta organización del trabajo- las tareas para disfrutar como tripulantes y pasajeros a la vez el paisaje que Dios desplegaba ante nuestros ojos. Infinito océano que con sus conocimientos y experiencia, nuestro capitán lo hacía parecer todavía más bello.
Es que Felipe Cubillos fue un eterno enamorado del mar y de la vida, y frases descriptivas como ésta brotaban con facilidad de su corazón y labios.
Para él la vida misma era un océano con sus bellezas, profundidades, tormentas y calma. Por aquella época, Felipe era un joven profesional de la Economía y del Derecho; frisaba los 35 años y desde la partida en la marina de Puerto Montt y a través de los fiordos chilotes, nos maravilló con sus destrezas enfrentando oleajes, severas brumas, y temporales de viento y lluvia con la extraordinaria calidad de un auténtico lobo de mar.
Todavía no era el Felipe del record universal como navegante solitario que la humanidad reconocería por su vuelta al mundo y triunfador desafío. Pero ya había iniciado como el más notable de los soñadores, su lograda travesía empresarial. Sus puertos principales desde siempre fueron – metafóricamente hablando – los que yo bautizaría como Puerto Emprendedor, y Puerto Generoso. Es que este magnífico estudiante, profesional, marino y navegante se encargó siempre de mantener viva la luz de la más excelsa de las virtudes: la caridad.
Felipe Cubillos fue un ser humano solidario por convicción y doctrina. Prefirió la tierra y el agua por piso, y el cielo y sus sueños por techo. Notable, pese a ser chileno sabía escuchar, hombre de fe, excelente hijo, buen padre y esposo, mejor amigo, culto y de gran talante. Sin esfuerzo, destacaba; fue cultivador imperecedero de la bonhomía y nobleza de sentimientos.
Por estas horas lúgubres, despedimos al querido amigo, al gran capitán. A ése que también supo unir el coloquio humano y el cielo como límite.

O’Higgins 680, 4° piso, Oficina 401, Concepción, Región del Biobío, Chile.
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