El cuerpo grita lo que el alma calla

/ 25 de Mayo de 2016
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María Angélica Blanco Periodista y escritora.

Hace meses comencé a sufrir una serie de achaques. Dolores de cabeza, colon irritable y  faringitis que me dejaban disfónica, por lo que inicié un peregrinaje de consultas médicas. Confieso haberme vuelto cobarde y ya me preparaba para un pésimo diagnóstico. Mi mente suele abrumarse de fabulaciones y especulaba que tenía una grave enfermedad. Quedé perpleja al enterarme que los resultados arrojaron  el perfil de una mujer sana y vital. No se hallaron tumores, ni disfunciones hepáticas, renales, cardíacas ni de ningún tipo.

Pero como no creo en las casualidades, sino en las causalidades, mi porfiado cerebro me instaba a buscar el origen de mis dolencias. Recordé que una de mis más queridas amigas, asistiendo a un seminario sobre Mente, Cuerpo y Alma en Armonía, estableció lazos de amistad con un  facultativo de ancestros tibetanos, titulado de médico cirujano en India (título que validó en Chile).  Actualmente se dedica  a la práctica de medicina alternativa en Santiago. Fue así como llegué a su consulta.

Tras auscultarme y escuchar los relatos de mis dolencias, contestó con una breve frase mi principal interrogante: ¿Cuál fue la causa de los dolores que tuve y que aún suelo sentir, doctor? Me respondió: El cuerpo grita lo que el alma calla.

Luego de escrutar hasta el fondo el iris de mis ojos, se explayó: “Tu cuerpo se enfermó, pues somatizó el sufrimiento, los traumas y la angustia que están recluidas en tu alma. Tus cuadros recurrentes de faringitis me indican que has ocultado largo tiempo el daño que algo o alguien te provocó y que tus  miedos te han impedido soltar. Las jaquecas y el colon irritable fueron un grito de alarma de tu organismo. En resumen, tu cerebro es un avispero de ideas y no deja de pensar ni un solo instante. Tu sanación comenzará cuando aprendas a tranquilizarlo enfocándote en pensamientos positivos e iluminadores. Disfruta el aquí y el ahora, celebra el momento presente, busca la energía que prodiga la naturaleza y goza el estar viva”.

Después me dio un listado de tareas a cumplir. Lo miré con un signo de interrogación. ”No entiendo de qué forma puedo estar manipulando mi vida, doctor”, lo interpelé.

Como si me leyera el pensamiento, me lanzó un leve reproche: “Tu  inconsciente te lleva a  empujar el cauce del río que simboliza tu vida. Luchas contra la corriente si algo no resulta como esperabas y  te asalta un sentimiento de fracaso si no consigues de inmediato tus anhelos. Sé paciente y humilde”.

Luego, al salir a la calle oigo ruidos, bocinazos y percibo el atochamiento. Es la hora del taco en Providencia.  Pero no me afecta. Entro a mi corazón en paz y comienzo a amar lo más simple y sagrado que hay en mí. Y aguardo en sosiego hasta la próxima sesión.

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