El ejemplo de Helen Keller

/ 8 de Julio de 2020
Roger Sepúlveda Carrasco, Rector de la Universidad Santo Tomás Región del Biobío.

Helen Adams Keller nació en una pequeña hacienda agrícola en Alabama, Estados Unidos, un 27 de junio de 1880. Su vida desde un inicio no fue fácil, para nada, pues como consecuencia de una grave enfermedad y alta fiebre –aún se desconoce si fue escarlatina o meningitis- a los 19 meses perdía para siempre el sentido de la audición y de la vista. La vida de Helen ya en sus albores parecía ir cuesta arriba.

Frente a la imposibilidad que tenían los padres de atenderla, cuentan sus biografías que se volvió una niña muy irritable y caprichosa. La consentían en todo lo que quería, y sus pataletas y berrinches podían ser calmados solo con dulces y mimos. Sin embargo, y pese a tener aparentemente todo en contra, su intelecto pudo más que todas sus limitaciones y a la edad de siete años, Helen ya había inventado más de sesenta distintas señas que podía emplear para comunicarse con su familia.

Este 2020 en Santo Tomás, y como es ya tradición cada año, destacamos uno de nuestros valores institucionales a través de nuestro personaje del Tema Sello, que en esta ocasión corresponde a Helen Keller, quien encarna el Respeto y la Inclusión”.

Fue en 1887, cuando sus padres contactan a Alexander Graham Bell, quien trabajaba con jóvenes sordos y les sugiere acercarse al Instituto Perkins para ciegos en Watertown, Massachusetts. Entonces, le comisionaron a la profesora Anne Sullivan, quien tenía tan solo 20 años, para estimular a Helen y enseñarle la lengua de señas. Esto marcaría el inicio de 49 años de amistad y trabajo en conjunto.

Anne enseñó a Helen a pensar y a hablar usando el método Tadoma: tocando los labios de otros mientras hablan, sintiendo las vibraciones y deletreando los caracteres alfabéticos en la palma de la mano de Helen. Pero no solo se quedó ahí, también aprendió a leer francés, alemán, griego y latín en braille.

Entre 1946 y 1957, Helen recorrió 35 países de Europa, África y Sudamérica, incluso estuvo en dos ocasiones en Chile. Como activa pacifista y defensora de los derechos de las personas con discapacidad, visitó también Hiroshima y Nagasaki después del bombardeo, y acompañó y dio ánimo a muchos soldados que habían perdido la vista o la audición a causa de la guerra. Pronunció discursos y conferencias, y se reunió con figuras de talla mundial de su época, como el primer ministro británico Winston Churchill, y el emperador japonés Hirohito. De hecho, el mismísimo Churchill afirmó en una ocasión que Helen Keller era “la mujer más extraordinaria de nuestra época”.

Este 2020 en Santo Tomás, y como es ya tradición cada año, destacamos uno de nuestros valores institucionales a través de nuestro personaje del Tema Sello, que en esta ocasión corresponde a Helen Keller, quien encarna el Respeto y la Inclusión. Sin duda que el ejemplo de esta extraordinaria mujer nos viene a alentar y recordar, sobre todo en estos tiempos y contextos mundiales tan complejos, que la vida y sus infinitas dificultades son partes de un camino que debemos recorrer, y que el verdadero reto es enfrentar los obstáculos con decisión y deseos de alcanzar nuestras metas. “Cuando una puerta de felicidad se cierra, otra se abre, pero muchas veces miramos tanto tiempo la puerta cerrada que no vemos la que se ha abierto para nosotros”.

 

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