El primer personaje de la historieta cómica Chilena

/ 25 de Septiembre de 2019

Fue en la revista Zig Zag, en 1906, donde apareció este simpático profesor alemán de 107 kilos y 6 gramos, quien junto a su perro salchicha “Dudelsackpfeifergeselle”, cuyo nombre parece interminable e impronunciable, sobrevive a una serie de situaciones tragicómicas en el Chile de comienzos del siglo XX. La desconocida historia gráfica cumplió 113 años de vida este 2019.

Por Natalia Messer

No es tan conocido como Condorito, Pepe Antártico o Mampato, pero Federico Von Pilsener tiene un capítulo propio en la historia del comic chileno. Este profesor alemán de 107 kilos y 6 gramos, vestido de levita, con un paraguas que le servía de bastón y también con sombrero de aire tirolés, es considerado el primer personaje de la historieta cómica de nuestro país.
“Un alemán en Chile” se llamó el material gráfico, publicado irregularmente, y hace 113 años, dentro de la revista Zig Zag, una publicación semanal de gran importancia en su época, considerada la primera de carácter misceláneo producida en Hispanoamérica.
Para entonces, se destinó una página completa para contar las aventuras de este sabio profesor germano que había llegado a Chile comisionado por el gobierno de su país, junto a su fiel compañero: un perro salchicha que obedecía al nombre de Dudelsackpfeifergeselle, que en alemán significa algo así como “aprendiz de gaitero”.
La historia apareció 17 veces dentro del lapso de un año. Se inició con el desembarco de Federico Von Pilsener en las costas de Valparaíso.
Su creador, el pintor chileno Pedro Subercaseaux Errázuriz, quien firmaba este relato gráfico con el seudónimo de Lustig, “gracioso” en alemán, cuenta que -seguramente por su peso- el profesor desestabilizó el bote de acercamiento a la costa chilena y cayó al mar. Sin embargo, dando muestras de su ingenio, abrió su paraguas y lo uso de vela para ser arrastrado suavemente hasta la orilla junto con el perro salchicha.

“Germanofilia”


Que el primer personaje de la historieta cómica chilena sea alemán no es fruto del azar. Entre 1850 y 1875, el gobierno del Presidente Manuel Bulnes impulsó un plan de colonización en ciudades sureñas como Osorno, Puerto Montt y Valdivia. El proyecto, encomendado al agente Vicente Pérez Rosales, promovió la entrega de tierras, alimentos y materiales para más de 6.000 alemanes, austríacos y suizos que llegaron a habitar Chile.
El periodista y poeta Jorge Montealegre Iturra, autor del libro Von Pilsener, primer personaje de la historieta chilena, explica que: “Pedro Subercaseaux le da una fisonomía, un carácter a estas historias y al imaginario que se tiene del alemán. Es decir, el típico personaje que está gordo por la longaniza y cerveza (de ahí su nombre), que va acompañado de su perro salchicha, y que llega a Chile a tomar notas de cómo es este país ‘salvaje’. Von Pilsener es un agente extranjero que informa a Alemania”, cuenta el investigador.
Asimismo, el origen de Federico Von Pilsener también estaría vinculado con los clásicos chistes de Otto y Fritz, dos personajes muy populares de comienzos de siglo XX, y que representaron –en casi toda Latinoamérica– una caricatura del inmigrante alemán de la época. Estos cuentos populares incluso se musicalizaron en algunas zonas del sur de Chile.
“Recuerdo que mi padre, que vivió en Puerto Varas, cantaba unas canciones relacionadas con los chistes de Otto y Fritz. Es muy probable que la historieta de Lustig estuviese vinculada a esta cultura y folclore oral. Los chilenos, además, se reían de cómo hablaban los alemanes que llegaron a colonizar el sur; se hacían bromas de los equívocos, también por la ingenuidad, porque como eran extranjeros, trataban siempre de engañarlos”, asegura Montealegre.
El investigador, quien ha centrado su labor en la historia del humor gráfico, la historieta y la música popular chilena, añade que otra razón de la nacionalidad de Von Pilsener tiene que ver con la propia biografía de su creador: Pedro Subercaseaux.
“Su papá fue embajador de Alemania y pintor, al igual que él. Venía de una familia privilegiada y conoció bien Europa, sumado a que también había un halo de ’germanofilia’ desde lo chileno, que consideraba a los alemanes sabios, buenos mozos, disciplinados, versus lo que opinaba del mapuche a quien motejaba de flojo y borracho. Así como existe la xenofobia, existe la xenofilia también”, opina el periodista.

Crítica social

En la Casa de la Cultura de San Miguel, que fue el hogar de “Lustig”, existe una estatuta de cuatro metros de altura en homenaje al profesor Von Pilsener.
Cuando Von Pilsener visita Chile no lo hace por razones turísticas, sino más bien para “estudiar las costumbres salvajes de una lejana región llamada Chile”, como reseña la propia historieta.
El sabio alemán conoce un Santiago bastante convulsionado, pero muy avanzado para su época, pues ya contaba con tranvía y electricidad. “Él, por ejemplo, hace una crítica del cohecho que observa en las elecciones municipales del 25 de junio de 1906. Lo hace a través de la historieta, donde Von Pilsener relata que se le acercan personas a regalarle dinero. Por su candidez, él no entiende que están tratando de comprar su voto y piensa que es una tradición en Chile”, dice el periodista y poeta.
La historieta se cuenta con la mirada del extranjero -que para este investigador del humor chileno- tiene que ver con “observar a nuestro país desde afuera, ya que como Pedro Subercaseaux vivió mucho tiempo en Europa, de alguna manera tenía esta distancia para ver al pueblo chileno”.
Antes de Von Pilsener existieron otros personajes dentro de revistas o publicaciones periódicas. No obstante, lo que hace a este germano ser considerado el primero de la caricatura cómica chilena es su continuidad. “Don Lucas Gómez, por ejemplo, es otro personaje, pero sin la periodicidad de Von Pilsener que aparece en la revista Corre-Vuela, mucho más popular que Zig Zag. Se trata de un huaso perdido en Santiago. El hombre de campo que se pierde en esta modernidad. Parecido a este alemán que llega a una ciudad que desconoce”, describe Jorge Montealegre.
Jorge Montealegre.
La crítica social está muy presente dentro de la historieta. “Es un humor suave, irónico, bastante negro, porque nosotros nos reímos de nuestras desgracias, de los terremotos; a veces, contamos los chistes en los funerales. En ese sentido, es una manera de alivianar. Una forma resiliente de enfrentar la tragedia con seudónimos”, asegura el periodista.
Una tragedia que aparece dentro de esta historia gráfica es el terremoto de 1906 con epicentro en Valparaíso. Von Pilsener informa a Alemania que “todos los años los chilenos tienen un terremoto intencional que tiene por objeto provocar emisiones de papel moneda y hacer bajar el cambio”.
Durante la aventura de Von Pilsener ocurren varias situaciones jocosas, aunque también se narran, de manera más cautelosa y sutil, algunas reivindicaciones populares, relacionadas con las difíciles condiciones de trabajo de los obreros del salitre en el norte de Chile.
Más tarde, el profesor vuelve a Alemania a informar de su aventura.

En un monasterio

Von Pilsener se dejó de publicar en 1907. Su creador, Pedro Subercaseaux había contraído matrimonio con Elvira Lyon, pero más tarde, durante la Primera Guerra Mundial, solicitó la nulidad del enlace al Vaticano, para convertirse en monje benedictino y dedicarse a una vida religiosa. Uno de sus últimos trabajos fue un dibujo en el Diario Ilustrado de Pío X, cuando este asume como Papa y a quien curiosamente, más tarde, retrató en persona en el mismo Vaticano. “Hurgueteando entre una infinidad de papeles, tuve la sorpresa de toparme con la reproducción de uno de mis dibujos hechos en Chile, que representaba al profesor Von Pilsener con su fiel perro Dudelsackpfeifergeselle, sacada de una revista alemana. ¡Qué pequeño es el mundo!”, escribió Subercaseaux en sus memorias.

Tras obtener su nulidad matrimonial, Pedro Subercaseaux (cuarto de izquierda a derecha) se hizo monje benedictino.
“También había algo un poco vergonzante en gente de la clase alta de hacer estos chistes. Una cosa era ser pintor, un artista, como lo fue él y, otra, hacer caricaturas. La caricatura y el chiste no tenían un estatus artístico”, asegura Jorge Montealegre. Ello, aunque los orígenes de los primeros dibujantes cómicos chilenos están en la pintura clásica. Antonio Smith, por ejemplo, un destacado pintor de paisajes, es considerado el primer caricaturista que surgió en Chile.
Desde entonces, este regordete profesor se convirtió en una especie de estereotipo alemán, que incluso se ha utilizado en otras publicaciones. “Salió un periódico que se llamó Von Pilsener y más tarde aparecieron dibujantes que replicaron al personaje. Casi todos los dibujantes de la época, cuando tenían que hacer un alemán, hacían a Von Pilsener”, añade Montealegre.
Hoy, como una forma de recordar a este curioso personaje, en la Casa de la Cultura de San Miguel, Santiago, donde hace más de un siglo vivió Pedro Subercaseaux o Lustig junto a su familia, se encuentra una escultura de cuatro metros realizada por el escultor chileno Sammy Salvo Hidalgo.

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