“Enemigos Públicos”

/ 23 de Agosto de 2009

Sé que a más de alguien alguna vez se le ha pasado por la cabeza salirse, aunque sea por unos minutos, del libreto. Experimentar con lo imprevisto, con la adrenalina. Pegarle un puñete al grandote del curso y salir arrancando, o decirle una patochada a un jefe huraño, al cajero que atiende mal, a una autoridad. Pelar el cable. Ahora, imagínese por un instante que esta rayadura es un asalto a un banco, sobre todo en esos momentos en que la espera en la fila se acerca a la hora de letanía; imagine que le surge un coraje desconocido y logra convencer (y aterrorizar) a clientes, guardias y ejecutivos de que usted es un feroz y temible gángster, y se sale con la suya. Bueno, en este mundo existe un director que retrata a la perfección este tipo de situaciones y logra, magistralmente, llevar a sus espectadores una y otra vez a estos estados de clímax: señores, este maestro es el señor Michael Mann, quien en estos días nuevamente la rompe en las carteleras con “Enemigos Públicos”, su última producción.
En esta historia, Mann recrea los últimos días del legendario bandido John Dillinger (Johnny Depp) quien, de la mano de un puñado de leales compinches, se dedicó a asaltar cuanto banco se le atravesara por delante en los Estados Unidos de la Gran Depresión de los años 30. No fue un delincuente común: a pesar de ser un asesino despiadado, Dillinger se ganó un estatus de ídolo de masas, gracias a su enorme carisma, su astucia y habilidad para escapar incluso de las cáceles más seguras del país. Pero, además, como todo buen ídolo, Dillinger manejaba un componente social en su discurso: durante sus atracos, les avisaba a todos los clientes presentes que no temieran por su dinero, pues sólo le interesaba el del banco. Y eso, en el contexto de una crisis económica severa de la que se hacía responsables a las instituciones financieras (¿dónde hemos visto eso antes?), lo transformaba en una suerte de moderno Robin Hood. Así las cosas, muy pronto Dillinger se transformó en el objetivo número uno del Bureau de investigación del siniestro J. Edgar Hoover (semilla del actual FBI), quien puso a su mejor agente, Melvin Purvis (el solvente Christian Bale en el film), tras su cacería.
Como puede apreciarse, “Enemigos Públicos” cuenta con todos los ingredientes cásicos del género de gángsters y las novelas policiales negras: Un Johnny Deep en su mejor forma interpretando un antihéroe capísimo, rudo y seguro de sí -a la usanza de la vieja escuela-; un rival que no le dará tregua; una bella novia incondicional (a cargo de Marion Cotillard, “La vie en rose); una banda de personajes variopintos como el psicópata Baby Face Nelson (Stephen Graham), policías corruptos, más excelentes y adrenalínicas escenas de acción, persecuciones y tiroteos de ametralladoras Thompson al por mayor.
¿La técnica narrativa? Magistral. Mann utiliza todos los argumentos del cine moderno (filma en digital, utiliza efectos especiales y cuenta con presupuestos millonarios) pero sabe filmar; en él la cámara al hombro sí es un verdadero recurso de acción, y no un mero ornamento o manierismo snob. Asimismo, desde planos íntimos y diálogos un tanto clisés pero efectivos -esto es género sin complejos- logra llevarnos a la intensidad de persecuciones en paneos aéreos del asalto a un banco o la persecución por las autopistas de una ciudad (la fotografía del paisaje urbano es un personaje más en su filmografía, así como el uso de colores); es decir, sin darnos cuenta, nos sumerge desde el estado psicológico de Dillinger, su novia Billie o el agente Purvis a una persecución en bosques donde jadeamos saltando maderos y escondiéndonos bajos los arbustos. Para los conocedores de Michael Mann nada de esto es demasiado nuevo: ya nos tenía acostumbrados a las apoteósicas persecuciones en “Collateral” (2004) y “Fuego v/s fuego” (1995, “Heat” en inglés, con ese contracara entre Al Pacino y Robert de Niro), ya nos mostró que sabía diseñar sicópatas y maleantes interesantes e inolvidables como Hannibal Lecter en “Manhunter” (sí, ni más ni menos que la precuela de 1964 de “El silencio de los inocentes”), ya demostró que puede seducir a las masas con policías cool en Miami Vice (fue creador y productor de la célebre serie de televisión ochentera y dirigió el remake del 2006) y que era capaz de realizar cruentas escenas de acción y violencia con realismo en “El último de los Mohicanos” (1992).
Por todo ello, no sólo se puede afirmar con un 100% de certeza que “Enemigos Públicos” es lo mejor, por lejos, de lo que se está exhibiendo en la presente cartelera: también es un deber recomendar que vaya y arriende la filmografía completa de Michael Mann, un genio del cine norteamericano de hoy.

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