Entre cataclismo y debacles

/ 31 de Mayo de 2010

Jacinto, el cuidador de la parcela, es un hombre sabio. Decidió, a unos pocos kilómetros de Concepción, vivir en aquellas decenas de hectáreas en su propio mundo, no más. Lo aburrió el impacto noticioso, lo agotó, lo cansó. Se le nota sano, relajado, tranquilo, feliz. ¡Todo lo contrario del dueño de la parcela, cada vez más tenso, nervioso, magullado por tráfago de la vida urbana! Sí, esa que se vive entre deudas, pagos, bancos y se habla en discursos de permanente doble faz, propios de la escuela de los cínicos.
Jacinto, entre cataclismos y debacles, se ha ido haciendo dueño de los elementos vitales con que la humanidad despegó: aire, agua, tierra, fuego. “Así no más” -preferida frase de Jacinto que repetimos en este artículo- en medio de la globalización que se cae a pedazos desde la Acrópolis y Partenón griegos a las tierras Manchegas del Quijote, pasando por el vil subdesarrollo de nuestros pueblos, endémico, estructural, permanente. Debe ser uno de los escasos seres humanos que no ha sido atrapado por la “teoría del enchufe” que hemos denunciado, explicándola en otros artículos de prensa, radio y T.V. ¡En efecto! El mundo pende de un enchufe: si Ud. le saca el enchufe, este mundo se acaba.
Leer la declaración de derechos humanos a estas alturas del partido de verdad parece una broma de mal gusto. Habla literalmente del derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, en un mundo real en que las garras de la cesantía, subempleo y empleos mal remunerados constituyen la regla general. Declaración  hermosa que da cuenta de un sentimiento noble, pero que en un mundo en prosa es poesía, hermosa declaración de intenciones no más, bella expresión de anhelos.
Cualquiera diría que nuestro Jacinto está loco. Yo no. Mientras la vida de la autosubsistencia resulta propia de la llamada Economía Doméstica en que había mínimo intercambio de productos -como lo relata muy bien el profesor Joseph Lagujie en su best seller “Los Sistemas Económicos”- y, el hombre de la primera era sobrevivió. El patrón de Jacinto ¡Para qué estamos con cosas! Es un hombre exitoso profesionalmente y de oficio, y se hizo -entre otros tantos bienes- de la parcela, fundamentalmente para estar más bien en soledad, lejos de la jauría humana que un hombre setentón de negocios conoce, reconoce, padece y de la cual es sobreviviente por ahora. Hace unos años este buen propietario iba a su parcela algunos fines de semana. Luego, todos los fines de semana. Ahora se hizo un cronograma laboral del lunes a jueves al medio día: así ya está pasando en su añorada paz parcelaria  tres días y medio, es decir, la mitad de la semana.
Es que el hombre del siglo XXI no puede controlar ni en la parte más ínfima los cataclismos y debacles de este mundo profundamente cruel e inequitativo para la inmensa mayoría.
No hay peores terremotos y tsunamis que los del espíritu, eso que hacen a los papás saber de logros y éxitos profesionales y de oficio entre otros, teniendo clarísimo lo que sucede a miles de kilómetros de distancia de su hogar o en las complejidades de la Bolsa,     pero no sabe de las necesidades y sueños de sus hijos y nietos, de su esposa, de su familia.
Jacinto, notable, priorizó la felicidad, alejándose de la teoría del enchufe y de la cultura material que sigue ahogando al planeta Tierra. Entre cataclismos y debacles, Jacinto tiene razón, no está loco.

O’Higgins 680, 4° piso, Oficina 401, Concepción, Región del Biobío, Chile.
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