Femicidio del alma

/ 15 de Febrero de 2011

Reconozco que soy bastante feminista, no de las que odian a los hombres, pero sí de las que se atreven a poner a algunos “hombrecitos” los puntos sobre las íes.  Y qué le voy a hacer si lo heredé de mi abuela, que fumaba en boquilla, no tenía pelos en la lengua, era acérrima partidaria del voto femenino y mandó a freír monos a varios galancetes que no la merecían, con su cintura de niebla y sus doradas trenzas. ¿Han escuchado dicho tan injusto como El hombre se casa cuando quiere y la mujer cuando puede? A mi juicio, un insulto en la era actual, en que las mujeres hemos abierto todos los espacios del poder y, en algunos casos, pues conozco varios, ganan tres veces más que el marido, la pareja o como se llame el susodicho que tienen al lado. Sí, estoy escribiendo con rabia, con mucha rabia. Me brota del alma, como justiciera venganza, para descargar mis furias contra algunos especímenes que usan pantalones, pero que de hombres de tomo y lomo no tienen nada. Existen “machos” que les pegan a las mujeres y las patean en el suelo hasta matarlas. A  ese delito se le llama “femicidio”. Han aparecido algunos spots en televisión en que Jorge Zabaleta, el joven actor, pregonaba con todas sus letras “el que le pega a una mujer es un marica”. Obvio, la palabra es más fuerte que ésta, pero yo misma me he autocensurado.
¿Y qué piensan ustedes del femicidio del alma? ¿No es acaso tan censurable y digno de castigo como el de un cuerpo sangriento? Sólo que en este caso lo que sangra es el alma y, en ocasiones, esa herida  no cierra jamás. Estoy escribiendo con la mente puesta en dos bellas y encantadoras mujeres muy cercanas. A ambas las he consolado, las he visto llorar, crujir de dolor, con un crujido intenso porque les han pateado el alma. Se las han hecho pedazos. Con sus caritas tristes me han tratado de convencer de que “no tienen suerte en el amor”. Creo que están equivocadas. Lo que no han tenido son agallas para enfrentar a esos tipos que se escudan en sus celulares apagados  y no vuelven a llamar jamás. ¿Desde cuando los hombres creen tener la prerrogativa de ser ellos los que llaman, invitan y luego desaparecen como ratones asustados cuando se les da la gana? Ya va siendo hora de que las mujeres no se dejen, no nos dejemos -porque me adhiero a mis congéneres- pisotear. Hay muchos de esos “machotes” que son tan caraduras que hasta ponen condiciones diciendo: “tú me encantas, pero yo no quiero compromisos” ¿Qué significa eso? Que los muy perlas quieren la breva pelada y en la boca. Ellos pueden robar besos, rozar las blancas colinas, los suaves muslos, pero “sin compromiso”. Para mí un verdadero hombre es el que dice la verdad mirando a los ojos. Acaso creen que una mujer se va a morir porque ellos les dicen “encontré a otra persona” o “no puedo llamarte más” ¿Es eso tan difícil? Femicidio del alma es usar y abusar del corazón de una mujer, es no atreverse a ponerle punto final a una relación, sea ésta de un día, de un  año o de muchos años.  A quienes sufren o han sufrido femicidio del alma les envío un abrazo y toda mi complicidad.  No se desesperen. Esperen. Sin ansiedad. Cobardes hay muchos. Hombres que asumen compromisos todavía quedan. Pero grábense en la mente que ningún hombre de ese estilo vale la pena como para que se derrame una sola lágrima por ellos. Femicidas del alma, aléjense, escóndanse. Porque ustedes sí que valen callampa.

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