Guerra Comercial China-EEUU: el inicio de un complejo problema

/ 24 de Abril de 2018
Roger Sepúlveda Carrasco Rector Universidad Santo Tomás Concepción.

Las dos mayores economías del mundo se han enfrascado en un conflicto comercial que amenaza con consecuencias globales. En menos de dos semanas, lo que comenzó como un alza al acero y aluminio chino en EE.UU. se transformó rápidamente en una guerra económica declarada en toda regla. La respuesta inicial de China no se hizo esperar, gravando -por su parte-  productos americanos clave: como vino, whisky, soya, automóviles o productos químicos. Así, como en una ronda de póker, ambos países han ido levantando crecientemente barreras a distintos productos estratégicos para cada caso. Ya se manejan cifras astronómicas involucradas: aranceles a productos por más 50 mil millones de dólares primero, luego 100 mil millones, y 150 mil millones de dólares después, mientras el resto del mundo, y especialmente las bolsas, miran inquietos y preocupados.

Aunque efectivamente se trata de una relación desigual en términos de volumen de negocio, pues China vende cuatro veces más de lo que compra a EE.UU., a lo que se suma la acusación de Trump de vulneración descarada de la propiedad intelectual por parte de los asiáticos, lo cierto es que ambos países tienen mucho que perder y poco que ganar en un conflicto que no lleva a ninguna parte.

Sin embargo, lo que aquí se disputa es más que sólo las reglas del comercio internacional entre los dos principales jugadores. Lo que está en la controversia es el dominio global del mundo en lo inmediato y para las próximas décadas.

De ahí, por ejemplo, el intento del país del norte de detener el creciente dominio de los chinos en África, quienes han entrado con todo, utilizando al continente como dispensario de commodities o materias primas, ejerciendo al mismo tiempo una inteligente labor diplomática de inversión, préstamos, ayuda y cooperación.

El significado que puede tener a largo plazo este problema para la economía mundial aún es incierto. El mayor temor es un aumento global de corrientes proteccionistas, aunque ésta no parece ser la respuesta correcta, pues algunas lecciones de la historia apuntan a que el proteccionismo desestimula la competitividad, retrasa la innovación,y vuelve obsoletas formas de producción y tecnologías.

De momento, algunos especialistas han previsto que Chile -en principio- podría salir beneficiado ya que nuestros vinos, nuestra carne de cerdo u otros de nuestros productos exportables serían favorecidos. Sin embargo, como sea, una “guerra” nunca es buena, pues siempre hay bajas que terminan perjudicando a los más vulnerables. De ahí el necesario llamado a la cordura y al entendimiento de líderes y expertos.

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