Hacer las cosas bien

/ 19 de Octubre de 2010

Una lección de capacidad, unidad, superación y talento para buscar soluciones técnicas creativas dieron los chilenos para rescatar a los 33 mineros de Copiapó. La operación de ingeniería asombró al mundo. Lo que parecía imposible -hallarlos con vida- tras una demora de cinco horas en conocerse el derrumbe y un inicial deficiente rescate, cambió. En rigor, todo cambió.
Desde el Gobierno y de todos los poderes del Estado salió la unánime resolución de que había que rescatarlos con vida, destinar todos los medios técnicos posibles y aprovechar experiencias mundiales para el éxito de la operación. Nada podía quedar al azar y la prioridad funcionó. El debate estéril sobre las responsabilidades en el accidente y las deficiencias por más de 25 años que presentaba el organismo estatal (Servicio Nacional de Geología y Minas, Sernageomin) dedicado a fiscalizar y garantizar la seguridad y operatividad de las faenas mineras en Chile, quedó de lado. En buena hora.
Imposible no evocar episodios similares en nuestra Región. Cada vez que había una tragedia minera, cuando todavía en los 80 y 90 la minería del carbón era potente y significativa para la economía de la zona, se anunciaban drásticos cambios en el Sernageomin, con el consiguiente incremento de dotación que nunca se concretó.
El parto múltiple de la mina San José emocionó a los chilenos. Quién no sintió un nudo en la garganta con el ir y venir de la Fénix II y su carga humana. La sensación de unidad real y que podíamos hacer bien las cosas nos unió más allá de algunos excesos en la sobreexposición mediática que hicieron el Gobierno y los medios informativos sobre la tragedia misma.
Fuimos noticia mundial, y esta vez no fue por el triste récord de tener dos de los cinco mayores terremotos y tsunamis en la historia del mundo, sino porque se montó una operación de rescate que quedará en los anales de la minería del universo, y que servirá para enfrentar tragedias similares.
Hubo sacrificios, claro está. Todos querían aportar al éxito de la misión, incluso el más modesto de los mineros, a quien nadie le dio importancia cuando ofrecía su experiencia para implementar mecanismos expeditos de comunicación con el interior de la mina. Y lo logró. Nadie faltó ni sobró, porque desde todas partes llegaron expertos a ofrecer lo suyo y no hubo tramitación ni burocracia para obtener los recursos financieros ni los medios técnicos necesarios.
Esta vez, el agobiante centralismo quedó atrás y el aparato del Estado se instaló en la zona norte, de manera permanente y no como una simple visita, tal como otrora ocurría en el carbón.
Hoy, con tan exitoso rescate, no son pocos los habitantes de las regiones del Bíobío, del Maule y del Libertador Bernardo O”Higgins que quieren ver esa misma eficiencia, creatividad y unidad para enfrentar al proceso de reconstrucción tras el 27-F. Nuestra sensación es que el país, Gobierno y Estado están en deuda con nosotros y con nuestros 500 muertos y medio millón de personas afectadas. Acá, también queremos que las cosas se hagan bien, porque nadie puede dudar del espíritu de superación de sus habitantes. No pueden, sin embargo, hacerlo todo solos. Ya dimos un ejemplo mundial; todavía podemos dar otro en corto plazo sin tanta burocracia, centralismo y deficiencias. Sigamos haciendo las cosas bien. Así llegaremos a ser el país que aspiramos: desarrollado, pero con equidad y bienestar para sus 17 millones de habitantes.

O’Higgins 680, 4° piso, Oficina 401, Concepción, Región del Biobío, Chile.
Teléfono: (41) 2861577.

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