Intervencionismo electoral ruso: tan lejos, tan cerca

/ 19 de Enero de 2018
Roger Sepúlveda Carrasco Rector Universidad Santo Tomás Concepción.
Roger Sepúlveda Carrasco
Rector Universidad Santo Tomás Concepción.

Para los chilenos, Rusia es un país misterioso y lejano al otro lado del mundo, famoso por su vodka, el caviar, y su pasado comunista en la era soviética. Un lugar que este 2018 estará en la palestra informativa por ser sede del Mundial de Fútbol, sin la presencia de Chile.

En América Latina, en el contexto de la Guerra Fría, los rusos hicieron sentir su poder a través de los distintos partidos comunistas a lo largo y ancho de todo el continente. Bastaba que desde Moscú se diera una orden para que se obedeciera de inmediato, a ojos cerrados, sin siquiera cuestionar el mandato. El asesinato de Trotsky en México, o bien la falta de apoyo a la revolución del Che Guevara en Bolivia, son clara muestra de ello.

Si bien hoy en día Rusia dejó atrás el comunismo, aún persisten algunas prácticas dignas de una película de espías. Sin ir más lejos, sobre la reciente polémica y acusaciones de intervención electoral en las presidenciales estadounidenses aún no se ha dicho la última palabra. El FBI y las autoridades norteamericanas siguen investigando el asunto, lo que podría complicar aún más la ya enredada presidencia de Donald Trump.

Las mismas acusaciones de intervención se hicieron en las pasadas elecciones catalanas, según dio a conocer una experta del Real Instituto Elcano, lo que se habría hecho como represalia contra la Unión Europea en su conjunto por su papel en el conflicto con Ucrania.

El uso activo de las redes sociales y claras políticas de desinformación dirigidas desde el Kremlin han dado sus frutos en pro de los intereses que se busca defender: desestabilizar, desafiar, molestar.

En nuestro continente, como una manera de profundizar su área de influencia en el ámbito hispanoamericano, fue creado hace unos años el canal de televisión Rusia Today (RT), el que basta mirar unos cinco minutos para percibir que su finalidad es claramente propagandística.

Para analistas y académicos, la Rusia actual constituye un régimen híbrido. En apariencia y estructura es una democracia con todas las de la ley: elecciones regulares, partidos políticos, voto libre pero, en el fondo, nada ha cambiado mucho desde los tiempos de Stalin.

El apoyo que suscita Putin, cercano al 80 %, sería la envidia de cualquier mandatario occidental y hay que entenderlo desde la óptica de la construcción del imaginario de una Rusia poderosa que recuerda los tiempos de la Unión Soviética.

De momento, parece ser que Chile no es objeto de interés para los rusos, como sí lo es Venezuela, por ejemplo, y es de esperar que se mantenga así. Ello nos obliga a cuidar nuestra democracia, con todos los defectos y críticas que le podamos hacer, así como a tomar las medidas necesarias para protegernos de dichos ataques de desinformación sistemática.

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