José Ramón Montero, politólogo español: "En un país de coaliciones o te unes o nada”

/ 29 de Marzo de 2016

El catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) analiza la reorganización del mapa de partidos en España para enfrentar el nuevo gobierno y la necesidad de formar coaliciones para gobernar. Misma receta, dice, que debería seguir funcionando en Chile, sobre todo para los partidos emergentes y los independientes.

 
Han transcurrido casi 41 años desde el fin de la dictadura de Francisco Franco y, desde esa fecha, muchos son los hechos y las personalidades que han marcado la historia política de España. Tantos, dicen por ahí, que ni siquiera un mural de las dimensiones de Guernica podría graficar los acontecimientos que se han sucedido durante las últimas cuatro décadas.
Seis presidentes electos desde la caída del franquismo, la virulencia terrorista de ETA, las demandas proindependentistas, polémicas en torno a la monarquía, la abdicación de Juan Carlos I en favor de su hijo, Felipe VI, la crisis económica de 2008, con el surgimiento de movimientos sociales que buscaban cambiar el modelo económico, son sólo algunos de los hitos que han marcado el movido devenir de la historia política reciente de los españoles, una que nuevamente se ha visto remecida tras los resultados de las útimas elecciones generales, que terminaron con el bipartidismo y la altenarcia en el poder del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y del Partido Popular (PP), dando paso a una nueva era, sin mayoría absoluta y con el auge de fuerzas políticas emergentes como Podemos y Ciudadanos.
Sobre esa nueva era, caracterizada por un fraccionamiento político que  reorganizó el mapa de los partidos en España, conversó con Revista NOS el politólogo y catedrático emérito de la U. Autónoma de Madrid, José Ramón Montero, quien visitó Concepción invitado por la Facultad de Gobierno de la Universidad del Desarrollo, para dictar una charla a los estudiantes de la carrera de Ciencia Política y Políticas Públicas de esa casa de estudios.
-¿Le sorprendió a usted, como español y como estudioso del tema, que partidos como Podemos y Ciudadanos llegasen a ser tan importantes y populares en un breve período de tiempo?
“Fue una sorpresa para muchos, incluyéndome. Conocía profesionalmente el nivel de insatisfacción de los españoles con el Gobierno y con las instituciones políticas de la democracia, a las que veían como incapaces de disminuir la desigualdad y el desempleo creciente. Ante este tipo de situaciones es común que surjan nuevos liderazgos que buscarán asentarse en un nuevo partido político. Sin embargo, no todos alcanzan a lograr ese objetivo, porque el éxito de su proyecto no depende sólo de la insatisfación de los votantes, sino que también de otras situaciones, que inclusive se pueden producir por fortuna”.
-¿Cómo cuales?
“En España, por ejemplo, entre mayo de 2014 y diciembre de 2015 han habido cinco elecciones. En todas ellas Podemos y Ciudadanos han aparecido como los ganadores. Me explico, si bien no han obtenido los mayores porcentajes, han quedado como los vencedores morales (por ser partidos pequeños, recientes, que rápidamente fueron sumando adeptos), mientras que el PSOE y el PP han Captura-de-pantalla-2016-03-02-19.14.20bajado bastante en votos, por lo que son percibidos como los perdedores. Esa percepción ha hecho que llegadas las elecciones, un amplísimo porcentaje de electores que no sabía qué votar o no quería votar, se haya ido dirigiendo hacia algunas de las dos nuevas opciones: los de centro derecha hacia Ciudadanos y los de izquierda a Podemos. Ha habido una especie de simetría de la oferta política que ha hecho que aparezca un partido político en cada ámbito ideológico, que son distintos, pero que han servido para que muchos españoles que no querían votar al PP puedan votar a Ciudadanos, y muchos que no querían votar al PSOE puedan votar a Podemos. Y eso es una combinación de factores que, digo, pueden ser fortuitos”.
-¿Qué fue entonces lo que ocurrió en España: fueron las propuestas de estos nuevos partidos, de sus líderes, o el desencanto de la gente lo que produjo el cambio en la política bipartidista?
“Yo creo que lo segundo. Muchos votantes saben cuáles son los partidos que más les gustan; los partidos con los cuales simpatizan, los que mejor defienden sus ideas, cuáles son los líderes que mejor les caen, en fin. Pero si después comprueba que el líder que escogió es un “cantamañanas”, como se dice en castellano, es decir, es volátil, poco serio, porque saca de debajo de la alfombra unas recetas políticas que no había exhibido durante la campaña electoral, entonces se siente engañado y preocupado por estas políticas que tienen resultados negativos o adversos. También puede ser que se sienta desencantado si los líderes de su partido están involucrados en casos de corrupción. Por todo eso, muchos votantes al final entran en un proceso de desalineamiento que, a veces, inconscientemente provoca que la relación con su partido se vaya debilitando. Por este desalineamiento comienza a mirar a nuevos líderes  que le podrían atraer por su discurso, por su carisma, y luego por sus planteamientos”.
-¿Es saludable para una democracia un fraccionamiento de partidos políticos como el que se da actualmente en el panorama político español?
“Desde el punto de vista de la representación de los ciudadanos sí lo es, porque ya no existen sólo dos partidos con posibilidad de tener el noventa por ciento de los escaños y el ochenta por ciento de los votos. Es saludable porque permite que haya mayor pluralismo político. Ahora, si hay pluralismo, los líderes políticos tienen la obligación de pactar, para lo cual hay una serie de reglas que hasta ahora ninguno de los líderes españoles está siguiendo. Me explico: si uno va a pactar con ‘fulanito’, no puede insultarlo, no se le puede dejar contra las cuerdas. Al contrario, hay que tratarlo con una cierta deferencia. En definitiva, lo que sucede en España es que viene una nueva época de gobiernos de coalición, pero sus líderes políticos siguen pensando como antes, cuando sólo había había procesos mayoritarios. Entonces, eso provoca un desajuste que, creo, los votantes perciben. Es un desajuste que se da en el discurso y en esta ausencia de prácticas de acuerdos, de negociaciones, de sentarse a ver cómo pueden escribir un programa en conjunto”.
-No debe ser fácil cambiar el switch
“Es que el proceso acaba de pasar, y los políticos, como los ciudadanos, suelen tener comportamientos de inercia. Entonces, se enfrentan a nuevos problemas con las viejas actitudes, con las viejas soluciones y es ahí donde se producen estos desajustes”.
 

Chile también está desencantado

-Los chilenos también se sienten desencantados de su clase política, y así lo hacen ver en las encuestas donde manifiestan su reprobación hacia ella. Eso ha motivado que algunos miren hacia su país para conocer las estrategias que han usado partidos como Podemos y Ciudadanos. ¿Hay posibilidad de que lo que ocurre ahora en España se reproduzca en Chile?
“Creo que no, porque según lo que he podido ver con políticos jóvenes como Gabriel Boric y Giorgio Jackson, me da la impresión de que no entienden o no se dan cuenta de lo que necesitan para tener un mayor apoyo electoral. Lo que necesitan es justamente fijarse objetivos y ser más activos en la coordinación entre ellos. Da la impresión de que cada uno va por su lado y creo que así no van a conseguir tener éxito, porque en un país de coaliciones o te unes o nada”.
-Los gobiernos de coalición también son criticados, porque se ve a todos los partidos reunidos en un solo lugar o alianza…
“Es que es bueno que haya una mayoría que, además, esté ajustada con la presidencia, porque si eso no ocurre, nos encontramos con lo que sucede en Estados Unidos, donde la presidencia tiene un color político y el Congreso, otro. Como los dos organismos están elegidos por el pueblo, si hay enfrentamiento se puede producir una parálisis legislativa, como pasa en EE.UU., o una situación de conflicto crónico. Tal vez en estos tiempos esto último no ocurre, pero en el siglo XX cada vez que existía un conflicto entre la Presidencia y el Congreso lo arreglaba una tercera institución, que generalmente eran los militares, y por eso la historia muestra tantos golpes militares en América Latina. Eso sucedía por un sistema presidencial que tenía una rigidez bastante considerable”.
-¿Influye a su juicio el sistema de gobierno para que ocurran este tipo de reestructuraciones? En Chile, por ejemplo, y como ocurre en casi toda Latinoamérica, el presidencialismo es bastante fuerte. 
“Los gobiernos parlamentarios son más sensibles a lo que quieren los ciudadanos, porque lo que quieren los ciudadanos se expresa en lo que votan los partidos. Entonces, los partidos pueden ser muchos, incluso hasta siete u ocho, pero cuando llega el momento de elegir al Presidente hay solo una persona y esta será muy buena en unas cosas, pero será menos buena en otras. Creo que el sistema presidencialista tiene más problemas, y genera más inconvenientes también, que el sistema parlamentario a la hora de decidir cuestiones básicas.  Los presidentes ganan las elecciones y como se llevan el ciento por ciento, es decir la presidencia, se olvidan de que tienen que pactar. Una vez que son elegidos, actúan como si todo el mundo hubiese votado por ellos”.
-En España, la crisis económica fue la razón del cambio en la lógica política partidista. ¿Puede una crisis de los partidos políticos llevar a que en Chile se dé una inestabilidad social y luego un cambio como lo que pasó en su país?
“Creo que en Chile no hay inestabilidad social. Inestabilidad social es lo que tienen en otros países de América Latina donde se están produciendo cambios. No es la crisis política, sino la crisis económica la detonante de que pueda existir un arreglo distinto de la representación política”.
-¿Entonces no habría lecciones para Chile desde España?
“Yo creo que no”.

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