La Bombal versus Las Indomables

/ 28 de Febrero de 2012

Simultáneamente se estrenaron en enero dos obras donde una de ellas, Las Indomables, arremetió como una ola embravecida contra un filme sobre la escritora María Luisa Bombal. Confieso que sentí un escozor de vergüenza. En la sala de cine había ocho personas. En el Teatro Concepción, más de dos mil agotaron las entradas del espectáculo protagonizado por Raquel Argandoña, Pamela Díaz, Patricia Maldonado y la doctora María Luisa Cordero, todas ellas polémicas, de lengua filuda, envueltas en uno que otro escandalillo y con un denominador común: no haber pisado jamás una escuela de teatro. Rescato a la doctora Cordero a quien considero una psiquiatra aguda y mujer versada en las más amplias temáticas, dotada de capacidades que la pueden convertir en una estrella en el halo mediocre de un programa pseudocultural.
Gocé la película, protagonizada por Blanca Lewin, quien encarna a la atormentada y talentosa autora de La Amortajada y La Última Niebla, fémina rupturista que marcó un hito en nuestra narrativa al abrir el imaginario hacia nuevas formas e imágenes literarias. La cinta recrea el nostálgico encanto de Santiago de los años 40 donde el hotel Crillón era el epicentro de la socialité y la bohemia, escenario de varios crímenes pasionales, tal como el que intentó la propia Bombal al dispararle a su amante, el hombre que la hizo conocer la sensualidad y erotismo que ella plasmó en sus letras. La Bombal no pudo perdonar sus constantes engaños.
Este es un país donde difícilmente se reconoce la valía de la creatividad. Curioso. En Chile es sabido que cada día se lee menos. En Europa, lo raro es encontrar a algún estudiante que no vaya sumido en un libro en un recorrido de metro.
Ocurrió en un vagón en Madrid. A mi lado, una joven leía Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada. Le comenté que era chilena, me miró con vívidos ojazos y en su españolísimo acento exclamó: “¡Hombre, que gran poetazo que tenéis en Neruda, admiro toda su obra y me apetece muchísimo conocer Isla Negra!” Y en París, el dramaturgo y muy criollo Óscar Castro, a quien tuve la suerte de contar como compañero de curso en la escuela de Periodismo, lleva años presentando a tablero vuelto Ardiente Paciencia, de Antonio Skármeta, con su grupo El Aleph.
También en la Ciudad Luz, Alejandro Jodorowsky arrasa y cautiva con la psicomagia de su último drama, Los Zapatos Rojos. Jorge Edwards recibió hace un par de años el Premio Cervantes. En Chile lo siguen los de siempre. Los que leen. ¿Y Roberto Bolaño? Hoy, autor de culto de las letras internacionales, radicado en España, a quien este país ignoró y denostó hasta su muerte. Su novela póstuma, 2666, ha sido calificada de magistral y es texto obligado en las cátedras universitarias de literatura del orbe. María Luisa Bombal, al igual que su heroína amortajada, se da vueltas en su tumba a sabiendas de que en su país seguirá sepultada en el olvido y la indiferencia. Candidata al Premio Nacional de Literatura en su época, fue postergada una y otra vez.
Hasta Las Indomables le pusieron el pie encima.
María Angélica Blanco

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