La nueva vida de Ivonne Jäger

/ 20 de Julio de 2011

Sin rencor, pese a los intentos de algunos por “hacerme daño”, hoy, reinventada, para subsistir se dedica a vender chocolates y alfajores caseros puerta a puerta y también a la fitoterapia, según ella, la nueva opción para curar enfermedades. Hoy, con el beneficio de la salida diaria, espera lograr la libertad condicional, tras el cumplimiento de tres años de condena. Una pena que, asegura en conversación exclusiva con Revista Nos, recibió injustamente.


A Ivonne Jäger Ramírez (48) hoy se le ve feliz y se encarga de transmitir ese sentimiento en cada una de sus palabras.
Ya no es la misma. “Aunque suene paradójico me siento más plena que antes”, confiesa desde su casa en Frutillar Bajo, donde habilitó un pequeño taller para hacer chocolates y alfajores que luego sale a vender a sus ex colegas, a sus amigos o a los funcionarios del Hospital Base de Puerto Montt, quienes todavía la siguen viendo como “la doctora”, esa que por años desarrolló exitosamente las especialidades de medicina interna y reumatología en aquel recinto de salud, también en una clínica privada y que llegó a ser Directora del Servicio de Salud Llanquihue, Chiloé y Palena, durante el gobierno de Ricardo Lagos.
Actualmente vive junto a su pareja Juan Pablo Guzmán y a su hijo menor. La “del medio” estudia en la Universidad, en otra Región, pero pide no entregar detalles sobre ellos. “Ya sufrieron suficiente”. No quiere que los sigan relacionando con el caso Jäger. Del mayor, Andrés, quien la acusó de intento de asesinato, prácticamente no tiene noticias.
En diciembre del año pasado obtuvo la salida diaria, beneficio que incluso le permite dormir los viernes y sábado en su hogar.
Casi dos años y medio estuvo recluida en la enfermería del penal Alto Bonito en Puerto Montt (decisión que tomó el Tribunal ante el agudo cuadro depresivo que padecía), luego de ser condenada a 5 años y un día de cárcel por el delito de parricidio frustrado en contra de Andrés Vienne, su primogénito. Durante ese período en dos ocasiones intentó quitarse la vida. El Tribunal Oral en lo Penal de esa ciudad la consideró culpable de suministrarle fármacos y sustancias ajenas a cualquier tratamiento médico con el fin de causarle la muerte, mientras el joven estaba internado tras un “ataque de furia” en la misma clínica donde ella trabajaba. El 24 de diciembre de 2007, la Corte Suprema ratificó la sentencia y casi dos semanas después comenzó a cumplir la pena de reclusión.
Durante la investigación, el Ministerio Público además la investigó por su posible participación en la muerte de su esposo, Oscar Vienne. Esto por las dudas que planteó un cuñado de Jäger, quien asegura que las circunstancias de la muerte del marido de la doctora tendrían una sintomatología similar a lo que le ocurrió a Andrés. Luego la fiscalía se desistió de esta imputación. Frente a ambas acusaciones Ivonne Jäger siempre alegó inocencia.
-¿Cómo fue su experiencia en la cárcel? ¿Cómo era la relación con las otras reclusas?
Con todo lo malo que es estar presa, yo diría que bastante buena. Al principio ellas me miraban con resquemor, porque creían que yo era cuica, siútica, de todo, y que por eso, además, me habían enviado a la enfermería de la cárcel, aunque esa fue una decisión que tomó el tribunal. Pero una vez que me fueron conociendo se dieron cuenta que yo era una persona común y corriente. No existía discriminación entre nosotras, todas éramos mujeres que por distintas circunstancias de la vida estábamos ahí, presas.
-¿Nunca tuvo problemas de convivencia?
No, es más, algunas de ella hasta me orientaban. Por ejemplo, me enseñaban el significado de algunas palabras del vocabulario que se usa en la cárcel para que no tuviera problemas. O me advertían cómo eran las otras internas. Me iban poniendo sobre aviso de varias cosas. Yo con algunas compartía los espacios comunes en la enfermería y con las demás internas los espacios comunes cuando asistía a los talleres.
-Fue justamente su participación en esos talleres, entre otros requisitos, lo que le permitió optar a la libertad un año antes de lo que estipula la ley. “Yo podía optar a la salida dominical cumplidos 2/3 de mi condena, pero apelé a otra alternativa, que es conocida como “El año que presta la casa”. Luego obtuvo la salida los fines de semana, en octubre del año pasado, y en diciembre último la salida diaria. “Participaba de todos los talleres, de hecho propuse uno y les enseñé técnicas de bisutería a mis compañeras. Si me hubiesen dicho que tenía que hacer cuarto medio de nuevo, lo hacía”. Aunque reconoce que las herramientas que se entregan a las reclusas no siempre son “útiles afuera”. “Lo que sí me sirvió fue un curso de chocolatería, que hoy en parte me permite generar ingresos, tengo una especie de mini empresa y acabo de contratar a una persona para que me ayude”.
Los momentos más tristes-rememoran-era los de la despedida los días de visita. “En enfermería además las visitas sólo duran una hora, mientras que en el resto del penal son de 2 horas y media y tenía que aceptar que eran 60 minutos y nada más los que podía pasar junto a mi familia”.
-¿Y sus amigas? Un grupo importante de ellas llegaba a las audiencias del juicio.
Sí, iban. Pero uno se va dando cuenta quiénes son los amigos y por qué la gente está al lado tuyo. Algunas de estas personas, que incluso lloraban en el tribunal, se convirtieron en mi peor cuchillo. Porqué actuaron así, no lo sé, pero ya no vale la pena preguntar. Yo tenía una lista de las personas que me podía visitar, y por mí que me hubiese ido a ver mucha gente más, pero prefería el tiempo para mi familia. Todos sabían que mi prioridad era estar con mis hijos. Ése era uno de los momentos duros que tuve que afrontar, pero al final uno se va acostumbrando.

“Me siguen haciendo zancadillas”

-¿Cómo ha sido todo este proceso para usted? 
Mi vida se separa en un antes y un después de la cárcel. Mientras estaba recluida recibí un regalo de una amiga: un libro que se llama El Poder del Ahora. Después de que lo leí empecé a cambiar, me di cuenta que había que vivir el día a día y estar bien con uno mismo. Hasta ese momento yo acumulaba mucha rabia, mucho rencor y el daño me lo hacía a mí, a mi familia y a los amigos que me visitaban, pero principalmente a mis hijos. Y las personas por la cuales yo estaba presa dormían tranquilamente. Desde ese día empecé a cambiar.
-¿De qué manera? 
Me di cuenta, por ejemplo, que no todo es plata. Yo antes trabajaba y pasaba 15 horas diarias conectada con la Medicina. Hacía turnos, me iba a la consulta, me lo pasaba trabajando de un lugar a otro. Funcionaba como una máquina de plata. Hoy, en cambio, mis ingresos deben ser, con suerte, la décima parte de lo que ganaba antes, pero mi calidad de vida es 5 ó 6 veces mejor.
-Se siente feliz.
Hay una frase de ese libro que me marcó, dice que hay que vivir la vida como si fuera el último día, porque tú no sabes cómo va a ser mañana. Eso de esperar hasta mañana para hacer las cosas es perder el día, por eso hay que vivir el presente. Aunque en un momento sí pensé que podía ser muchos más difícil.
-¿Cómo proyecta hoy su vida?
Tú de repente eres un montón de planes y de cosas por hacer, pero vas chocando con una realidad, donde además hay personas que te la van haciendo más difícil.
-¿Quiénes?
Por ejemplo el fiscal Marcelo Maldonado. Él logró que me condenaran y a pesar de eso sigue haciéndome zancadillas. Él hizo algo muy mal intencionado. Planteó o quiso dar a entender a través de Twitter que yo había obtenido beneficios porque Luis Masferrer, ex integrante de la Defensoría de Los Lagos y actual Director Nacional de Gendarmería, había sido mi abogado. Y eso es ser ignorante, porque en realidad él no fue mi abogado y las cosas las estaba logrando con mi esfuerzo y el de mi familia, de acuerdo con los plazos que establece la ley.
-¿Insinúa que hay una persecución de la fiscalía?
No. Yo hablé con el fiscal regional Alberto Ayala cuando fue el problema de los “twitteos” y ahí me quedó claro que para el Ministerio Publico éste es un caso cerrado.

“Andrés era fácilmente influenciable”

-¿Qué relación mantiene actualmente con su hijo Andrés?
Me fue a ver a la cárcel poco antes que comenzara a salir con libertad los días domingo, fue cerca del año y medio que ya llevaba presa. Pidió permiso a Gendarmería, porque existía una orden que me prohibía acercarme a él, pero no viceversa. Entonces solicitó una autorización al tribunal y me fue a ver. Después de eso sólo nos hemos encontrado de manera fortuita en tres ocasiones en Puerto Montt, lo he visto en la calle o en lo que él trabaja. A veces maneja colectivos. Pero no tenemos contacto, desconozco si sigue estudiando. Al principio todo fue muy duro, sobre todo durante el proceso de investigación. Ahí yo sentí que me habían quitado un hijo. Pero ese duelo lo viví antes de estar en la cárcel. Ahora al menos tengo la suerte de saber que Andrés está vivo. El dolor sigue, pero uno se acostumbra a vivir con él.
-¿Lo perdonó?
No tengo nada que perdonarle, porque para mí todo este asunto lo armaron dos médicos que encontraron a un fiscal con ganas de hacerse famoso. El fiscal Maldonado una vez dijo que era el “Armendáriz del sur”, y tú sabes lo que pasó con Xavier Armendáriz. Andrés tenía un carácter especial y tenía también algunos trastornos, era fácilmente influenciable. Yo sigo manteniendo que aquí hubo cosas de celo profesional y otras que nunca se sabrán.
-¿A qué se refiere?
Ya no vale la pena volver sobre eso.

“No soy un peligro para la sociedad”

-¿Cómo ha sido su readaptación, qué sensación tiene cuando camina por la calle?
Al principio me sentía observada. Uno se da cuenta de eso, además porque te miran y algunos se acercan a preguntarte. Me hablaban y yo me ponía a transpirar, me daba taquicardia. Con el tiempo me fui dando cuenta que la gente me seguía queriendo, en el fondo uno cosecha lo que siembra. Ni antes ni ahora alguien me ha dicho asesina, delincuente u otra palabra pesada.
-¿Siente que está de regreso en la sociedad?
Yo me siento inserta en la sociedad. Además, por mi trabajo siento que me estoy desenvolviendo bien. Después de leer el libro, en esta reinvención de mi vida, comencé a leer también sobre reiki y yoga, pero lo que más me satisfizo fue la fitoterapia. Porque no es llegar y tomar una agüita de manzanilla, esto tiene todo un estudio detrás. Me dediqué a estudiar a conciencia durante un año y medio fitoterapia y homeopatía. También realizo reprogramación de ADN, que se relaciona con la creencia en vidas pasadas y en cómo las situaciones vividas por una persona en forma individual, familiar o colectiva afectan su salud.
-¿Optó por la medicina alternativa, porque no podría volver a ejercer como médico tradicional?
No, opté por esto porque tengo una nueva mirada de la vida. Yo puedo volver a ejercer mi especialidad el próximo año, pero no creo que lo haga, porque cambié. Ahora yo creo, por decirlo de manera simple, que no existen enfermedades, sino que existen personas enfermas. Hay algunas patologías que tienen que tratarse con medicina tradicional, pero para otras, incluso las crónicas, existe otra alternativa. Soy una convencida que a uno le duelen las cosas, porque uno es el enfermo. No se trata de ir al psiquiatra, porque es una experiencia personal y eso es lo que se somatiza. Se trata de tener una actitud positiva, de levantarse y encontrar las cosas buenas de la vida. A mí me paso eso estando en la cárcel.
-¿Va a insistir con su libertad condicional?
Postulé en marzo y no me la dieron. Ahora volveré a intentarlo en septiembre, porque creo que cumplo con todos los requisitos y no soy un peligro para la sociedad.

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