Los Muppets

/ 23 de Enero de 2012

Cuesta ser objetivo cuando debes analizar una remembranza a Los Muppets, una serie que fue parte de tu infancia. Como muchos niños de los 80, también aluciné con este extraño programa televisivo, en el que unas marionetas que parecían vivas animaban un showbiz talentoso y genial, de humor satírico y preciso, que amaba el buen rock, y cuya visión de mundo optimista pululaba entre lo nerd o lo derechamente freak.
Sin embargo, también es cierto que odio los “regresos” y me cargan los musicales, al menos en el cine, y eso, en parte, ayuda a balancear el asunto.
La historia en The Muppets es como sigue: durante sus vacaciones en Los Ángeles, USA, Walter (el fan número uno de Los Muppets), junto a su hermano Gary (Jason Segel) y su cuñada Mary (Amy Adams) descubren que el petrolero Tex Richman (Chris Cooper) planea arrasar con el viejo Teatro-museo de las marionetas, para extraer el petróleo hallado bajo su suelo. Es entonces que deciden acudir a la Rana Kermit (versión globalizada de la otrora Rana René) para montar una improvisada teletón y recaudar los 10 millones de dólares necesarios, según contrato, para salvar el inmueble (por cierto, no deja de ser extrañamente inconsistente que Walter también sea un Muppet y que su hermano Gary sea humano, y que ambos vivan en un pueblo que parece sacado de la década del 50, pero en fin).
Las cosas no se darán fáciles: Kermit y cía deberán viajar por el mundo para reunir nuevamente a la pandilla, cuyas vidas tomaron rumbos diferentes: Fozzie trabaja en un bar de mala muerte junto a una banda tributo llamada Los Moopets; Miss Piggy es una editora de moda de talla grande de la revista Vogue-París; Animal (el baterista rocker) se encuentra en una clínica de Santa Bárbara para aprender a controlar su ira; y Gonzo es un magnate de la industria de la fontanería. Además, deberán luchar con la negativa de los grandes estudios de televisión por transmitir el evento, por considerar a Los Muppets y su show como un recuerdo anacrónico en un mundo de entretenimiento más rápido, cínico y agresivo.
No fue menor el desafío del equipo conformado por el director James Bobin y los guionistas Jason Segel y Nicholas Stoller: lograr un producto que cumpliera con el formato familiar de Disney (la casa productora de este proyecto), que no defraudara a su público más devoto (“niños” que hoy tienen 30 ó 40) y, al mismo tiempo, atraer público joven. En este contexto, muchas decisiones fueron acertadas: aquí no hay nada de digitalizaciones a lo Pixar. Se regresó al viejo formato del show que la serie mostraba en las décadas del 70 y 80, y se mantuvo la fe en un estilo de humor irónico (por cierto, mucho más británico que estadounidense) que, sin embargo, es capaz de hacer reír a padres e hijos. Los cameos –partiendo por el siempre genial Joe Black-  también son un acierto.
No obstante, en The Muppets también hay puntos bajos: los musicales, sobre todo los realizados por humanos, en su mayoría están de más; quitan ritmo a la historia y œparecen fuera de contexto.
Con todo, se puede afirmar que éste es el regreso que mejor representa la esencia del mundo Muppet creado por Jim Henson hace casi cuatro décadas. Un buen panorama que sacará carcajadas a los niños de treinta, pero también a sus hijos.

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