Los verdaderos maestros

/ 22 de Julio de 2010

Según resultados de pruebas nacionales e internacionales, el problema de la baja calidad de nuestro sistema educacional no se restringe sólo a los establecimientos que reciben a alumnos con desventajas socioculturales. También alcanza a los particulares, que no sólo cuentan con más recursos, sino que además pueden contratar –teóricamente– a los mejores docentes, disponen de equipamiento y equipos directivos seleccionados y cuentan con estudiantes que tienen modelos intelectuales y laborales que incentivan su adhesión y motivación al proceso escolar.
A la luz de ello, nos encontramos ante un problema transversal, que adicionalmente cruza todas las clases sociales, como si fuera una epidemia. Estamos, no hay duda, frente a una compleja urgencia nacional, y su solución supera con creces un tema de más o menos subsidios o información a los padres para que movilicen a sus hijos de un establecimiento a otro.
Las investigaciones en educación comparada y los aportes de disciplinas afines, entre otras la Sicología y la Sociología, han logrado acumular un sólido background en torno a los factores centrales que distancian a las escuelas efectivas de las que no lo son.
Es fundamental, por sobre otras cuestiones, aunque todas ellas están entrelazadas, mirar con atención lo que sucede en cada aula: ése es el foco principal. Ante este panorama, e independiente del modelo pedagógico que se prefiera, un buen profesor hace la diferencia. Ahora, ¿qué significa un buen profesor?
Sin duda, hablamos de un profesional que domina en profundidad los contenidos que enseña y que está constantemente preocupado de actualizarse. Que dispone y despliega diversos recursos didácticos, ajustándolos a las características de los alumnos para lograr los mayores resultados. Que no convierte su quehacer en un ejercicio mecánico y reiterativo, sino que innova cada vez que las condiciones o las evaluaciones le indican que así es necesario. Que se hace cargo de las consecuencias de su trabajo. Que asume el desafío que todos sus estudiantes progresen, revisando frecuentemente si está haciendo lo máximo para ello, sin dejarse anular por las adversidades del entorno y respaldándose en el trabajo en equipo con sus pares. Que contagia con su entusiasmo por aprender y crear a sus alumnos, y que equilibra cercanía afectiva, con autoridad y disciplina.
Todo lo anterior puede parecer una descripción superlativa o idealizada, pero no es así. Es lo básico que se requiere para definir a un verdadero maestro. Cada uno de nosotros, adultos de ahora, de seguro recordamos, al menos, uno de los profesores que tuvimos como ejemplos. Y si los retenemos en la mente y en el corazón, no es por azar. Esos profesores existen.
Mauricio Soto Retamal
Magíster en Psicología Educacional
Director de Escuela de Psicología
Universidad San Sebastián

O’Higgins 680, 4° piso, Oficina 401, Concepción, Región del Biobío, Chile.
Teléfono: (41) 2861577.

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