Nosotros los cristianos

/ 29 de Septiembre de 2014

 

Mario Ríos Santander
Mario Ríos Santander

Recordaremos que en un análisis sobre religiones, sus migraciones, diversidades y asentamientos religiosos concluyeron que para el 2050 los cristianos representarán las tres cuartas partes de la población mundial. Esto, que significa un desafío y una enorme responsabilidad para quienes son hoy y serán en el futuro sus conductores, contrasta con la situación actual en extensos territorios del planeta.

Actualmente nos vemos envueltos en una lucha religiosa acompañada de ingredientes políticos, cuya manifestación, repleta de odios y de violencia, pareciera caminar por senderos distintos a las predicciones señaladas. Por un lado, la arremetida musulmana en países ya conocidos y, por el otro, la suma de actos declaratorios que a través de organizaciones mundiales pretenden modificar valores que son intrínsecos al pensamiento de la humanidad.

En algunos lugares del globo el accionar moro nos recuerda la lucha de las Cruzadas, periodo de la Edad Media que nuestros profesores de historia trataron como una suma de actos épicos, algo audaces, de señores feudales que iban tras la liberación de los lugares sagrados del cristianismo. No tuvimos en esa ocasión una visión más profunda de las leyes del Islam ni, menos, dentro de ellas, de la determinación de “dar muerte a los enemigos de Alá”, como reza uno de sus enunciados. Hoy las Cruzadas se han trasformado en aviones artillados, veloces, dispuestos a detener el avance islámico ortodoxo. 

Drone

s, portaviones, tanques, misiles, entre otros, se mezclan en una lucha sin cuartel. Los musulmanes responden con lo más efectivo, guerra de guerrillas. ¿Terminará algún día este panorama bélico en que han nacido y criado miles de millones de personas en estas últimas tres generaciones? Difícil, al menos por ahora.

Pero eso no es todo. A las Naciones Unidas no se les hace caso, salvo en sus declaraciones de orden temporal o políticas. Estas últimas han servido para ir minando  valores permanentes de la humanidad. Así es la ONU, que pareciera no tener incumbencia alguna en naciones musulmanas, pues esto de los derechos humanos sólo tiene cierto valor político en occidente. En el oriente las mujeres siguen esclavizadas sin que nadie en Nueva York se moleste y, en África, la destrucción social es absoluta y permanente en varios de sus estados. Quizás ésa es la razón por la que nuestra Presidenta en sus funciones en ONU Mujer nunca fue a ningún país musulmán. Misterio.

Para los cristianos, la suma del ser humano se encuentra definida en su doctrina. En ella se expresan las obligaciones y las responsabilidades. Señala sin remilgos en palabras de Jesús la suma de todas nuestras inquietudes  individuales y sociales. Nada queda al margen de la vida y, para comprenderla, hay que leer sus escrituras. En ellas se conoce el buen juicio, la razón profunda de la esencia humana. Tan poderosa es su doctrina que quienes la predican crean espacios de paz. Pero más importante aún es que su doctrina, a pesar de la diversidad en que se manifiesta, es una sola. No requiere de tribunal alguno, al revés de la Declaración de los Derechos Humanos, que sí los tiene, y que los estados  laicistas se esmeran en glorificar porque descubrieron que les permite controlar mejor la acción política sobre sus gobernados, estableciendo en su honor leyes represivas y actos insensatos que llevan muerte y faltas a la libertad. Tal vez ésta sea una de las razones por las que el cristianismo será en un futuro cercano representativo del 75 % de la humanidad.

 

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