Peor imposible

/ 30 de Marzo de 2016
contreras
Prof. Dr. Marcelo Contreras Hauser. Master y Dr. en Derecho y Ciencias Políticas y Sociología.

Es lo que diría el maestro carpintero “Charlata”: ¡Es que todo tiene un límite! Una más de la interminable autodestrucción de los políticos. Esta vez con nombres propios: de un lado, Longueira y, del otro, Carlos Ominami. Ambos con desaguisados pueriles que rondan sendas acusaciones de la mezcla “política y dinero”. Como se dice en el habla siútica de hoy, “otras aristas más” que dejan del todo mal parados a cada uno de estos actores y sectores. Es que nuestros políticos ya no pueden hacer las cosas peor, como lo mencionamos en el encabezado.

¿Qué nos pasa? Estamos atravesando un largo túnel antiético de proporciones inusitadas y de consecuencias imprevisibles. Nadie se escapa: hay un olor, un clima de sinvergüenzura. Dicho con más elegancia en el lenguaje sociológico y de ciencia política, atravesamos un “ethos” que lo traducimos como ambiente generalizado. Expresado jurídicamente, diríamos con mayor precisión que se trata de conductas asociales, parasociales o, francamente, antisociales, en los umbrales jurídicos del delito y de los crímenes. Además, nos hallamos equivocadamente dando prioridad a temas que solamente interesan a la denominada clase política, como lo son las mentadas reformas. ¿Cree usted que resulta lógico y posible rehacer en cuatro años el universo tributario, educacional, laboral y constitucional? De hacerlo, sus contenidos serán chapuceros, poco serios y profundamente superficiales.

¡Es tan hermosa la política! Da pena observar cómo nuestros políticos criollos la han terminado por destrozar. ¡Qué insulto para el primer escrito político de la historia! Toda una grosería para sus primeros personajes: Otanes, Megabizo y Darío. Eródoto se revuelca en su tumba. De todas maneras y aunque resulte para los afectados como algo fuera de lugar, ya deberían disminuir sus ingresos, sueldos o dietas parlamentarias a lo menos en dos tercios respecto a lo que reciben por estas horas.

Vaya un colofón chileno. Mi abuela materna construyó un enorme caserón de madera traducido en tres casas con sus respectivos patios independientes, leñeras y gallineros incluidos. Por más de un siglo se han mantenido incólumes. Quien las hizo fue el maestro “Charlata”. Por cierto, el maestro no era profesional de la construcción, era mucho más que eso: un ciudadano como nosotros, enemigo de las chapucerías y superficialidades, y defensor de la seriedad en sus trabajos y responsabilidades.

Soy un profesional cincuentón, y cuando traigo a mi memoria los políticos que siendo muy niño alguna vez me presentaron mis padres, abuelos y otros familiares, y que tantas veces –cualquiera fuese su signo político- recibimos en nuestro hogar, pinto sus retratos con los pinceles del respeto y los colores de la probidad. ¡Claro, eran otros tiempos!

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