Por una Navidad más solidaria que nunca

/ 5 de Diciembre de 2020

Estamos a fines de noviembre, a casi nueve meses del primer caso registrado de Covid-19 en Chile, y la situación parece lejos de estar controlada: superamos los 550 mil contagiados, y más de 15 mil personas han perdido la vida desde que partió la pandemia.

En Biobío, en tanto, se ha confirmado el contagio de más de 36 mil personas, acabamos de sobrepasar los 600 fallecidos y, preocupados, vemos cómo lideramos la cantidad de nuevos casos diarios en regiones, a la vez que las unidades UCI y UTI locales muestran crecientes tasas de ocupación.

Si bien las cifras son un potente indicador, que debiera alertarnos sobre la necesidad de buscar nuevas formas de prevenir la propagación de este virus, más debiera conmovernos y movilizarnos el sufrimiento de las personas; por ejemplo, de las familias de esos más de 15 mil fallecidos.

No son solo números. Se trata de nuestros padres, madres, hermanos, esposos, amigos, vecinos o compañeros de trabajo, de quienes no pudimos despedirnos como se merecían, con una palabra amorosa, un abrazo o un último “te quiero”, por el riesgo de infección. Y ni hablar de acompañarlos, junto a sus seres queridos, hasta su última morada, o de celebrar su vida entre risas y anécdotas.

Y es que el dolor que genera esta enfermedad va más allá de los
síntomas físicos, o de los padecimientos del propio enfermo. Es un
sufrimiento que nos afecta a todos, como parientes, amigos o conocidos
de la familia que pierde a un ser querido en estas circunstancias.
Nos duele a todos, como sociedad.

Por eso es tan difícil entender por qué nos cuesta tanto cuidarnos, usar mascarilla o quedarnos en nuestras casas cuando podemos. De hecho, solo en el último mes, hemos sido testigos en la Región de funerales masivos, concurridas fiestas, playas y piscinas repletas de gente. Todo, sin guardar las mínimas medidas preventivas recomendadas por la autoridad sanitaria, como mantener la distancia o usar mascarillas.

Si nos duele tanto escuchar en televisión los testimonios del personal de salud que relata cuánto sufren quienes deben ser conectados a ventiladores, o los de las familias que no pueden acompañar en sus últimas horas a sus seres queridos, ¿por qué no medimos nuestras acciones en pro del bien común? ¿qué nos impide cuidarnos, para proteger a los demás?

Quizás algunos no usan mascarilla por ser jóvenes y sanos, y por creer que -de contagiarse- la enfermedad para ellos será leve. Pero, qué pasa con quienes viven con ellos, trabajan en la misma oficina o viajan a su lado en el transporte público. ¿Tendrían la misma suerte?

Este no es momento de egoísmos, sino de generosidad. De demostrar esa solidaridad de la que los chilenos siempre nos jactamos. De analizar las consecuencias que nuestras acciones tienen para los demás. De pensar que debo usar mascarilla para evitar contagiarme, pero también, en caso de ser asintomático, para proteger a los otros.

Llevamos más de 15 mil muertos y hay quienes siguen creyendo que juntarse con amigos y organizar fiestas es un acto de rebeldía contra el sistema o contra las autoridades, o que no usar mascarilla es una muestra de independencia o de libertad de pensamiento. No lo es.

No cuidarnos es ir en contra de nuestros vecinos, de nuestra familia, de nuestra comunidad. Implica arriesgar su vida y su salud solo por pereza, por conveniencia, por comodidad.

Estamos cerca de Navidad, fiesta que nos invita a dar, a ser solidarios y a pensar en los demás. Qué mejor momento para realizar todos los esfuerzos individuales posibles, y también colectivos, para disminuir la amenaza del Covid-19. No es tiempo de bajar la guardia, el virus sigue circulando, y debemos hacerle frente unidos, haciendo gala de un fuerte valor social comunitario, que nos permita proteger a los más débiles de nuestra colectividad y, con ellos, a todos los demás.

Vivimos momentos difíciles, sin precedentes, que solo lograremos superar empoderándonos como individuos, fortaleciendo el concepto de responsabilidad social y actuando conforme al bien común, que implica entender que nuestras acciones tienen implicancias más allá de lo personal.

Todos somos parte de una comunidad, por lo que nuestras conductas individuales redundarán positivamente en nuestro entorno. Así que cuidemos nuestra casa, nuestro barrio, nuestra ciudad, y a las personas que viven en ellos. Demostremos que nos importa la gente que nos rodea, que entendemos la importancia de la colaboración.

Aún no sabemos cuándo saldremos de esto pero, de seguro, lo haremos trabajando todos juntos y apoyados en valores como la solidaridad, la responsabilidad y la conciencia, hoy claves para hacer frente exitosamente a esta pandemia.

O’Higgins 680, 4° piso, Oficina 401, Concepción, Región del Biobío, Chile.
Teléfono: (41) 2861577.

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