Prender la luz en Lebu para regar en Biobío

/ 23 de Enero de 2015
Mario Ríos Santander.
Mario Ríos Santander.

Escarbando la tierra en busca de energía, los mineros del carbón, repletos de epopeyas, luchas sindicales, tomas de caminos y asonadas diversas, trabajaron más de un siglo en las profundidades. Bajo el mar, en frentes ubicados a 12 kilómetros de ascensores que descendían 900 metros en la profunda oscuridad. Y, en realidad, la energía estaba en el cielo, específicamente en Lebu, y gratis.

¿Qué ocurrió? Por años se sentía el viento en el rostro. Las más de las veces incómodo. En invierno, se incrustaba en la piel como aguijón violento. Penetraba la ropa y llegaba a nuestra sangre para congelarla sin más. Hasta que se instaló la primera torre eólica y descubrimos que su potencial energético equivalía a diez veces a la producción de carbón de un siglo. Pero como todas las cosas buenas tiene un problema en este caso también. ¿Cómo trasladamos esa energía de Lebu, Cañete, Los Álamos al Sistema Interconectado Central?

Hay que construir una línea de energía cuya extensión es de 300 kilómetros hasta Charrúa, comuna de Cabrero. Entiendo que deberá cruzar algunas áreas indígenas y localidades diversas. Se supone que un buen porcentaje la rechazará y vendrán los ya conocidos conflictos en que ecologistas harán lo propio para complicar más las cosas. Pero habrá que hacerles entender que se trata de recoger el viento limpiamente para transformarlo en energía, y que mientras estén rotando sus hélices, podremos guardar agua en el lago Laja, otorgar vacaciones a la hidroeléctrica El Toro y Antuco, ambas “chupándose”, el referido lago; mejorar el aire de Coronel, y permitir que los campesinos de Biobío y parte de Ñuble puedan regar tecnificadamente sus campos para producir alimentos y extender sus áreas de desarrollo.

Hoy Lebu está en condiciones de transformarse en la primera productora de energía eólica de Chile, con un potencial estimado en 1.500 MW durante al menos 200 días al año, tiempo suficiente para recuperar las aguas del Laja y mantener en paz a las centrales térmicas de la Región.

Y, de paso, activar el artículo 19, número 20 de la Constitución, que permite, a través de una ley de quórum simple, aplicar (retener) tributos originados por actividades relevantes de la localidad o de la Región a fin de financiar obras de desarrollo.

Lo descrito es de tal trascendencia que amerita una acción público-privada para contar con esta línea de transmisión a la brevedad. Nuestro viento se está transformando en una formidable herramienta de desarrollo, ni siquiera imaginada hace una década. A ello, en homenaje a los regionalistas, se suman sus especiales características regionales. En efecto, desde nuestro viento a nuestras aguas, nuestra agricultura, nuestras ciudades, todo surgido en esta tierra deberá responder a nuestras propias capacidades.

Lo anterior genera una advertencia al Ejecutivo: detener cualquier intento de suprimir nuestra Región, como ya se ha oído y leído. Los parlamentarios guarden silencio e impónganse de estas realidades antes de continuar con iguales afanes. La tarea que viene es muy grande y, a su vez, atractiva. Aquéllos que se han organizado para elaborar el Plan Arauco ya tienen en lo expresado mucho trabajo.

O’Higgins 680, 4° piso, Oficina 401, Concepción, Región del Biobío, Chile.
Teléfono: (41) 2861577.

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