Prevención, una amiga de la salud

/ 29 de Julio de 2019

La salud se debe cuidar siempre: durante la niñez, a través de las vacunas y una alimentación saludable; en la adolescencia, con una buena nutrición y actividad física y, en la etapa adulta, agregando los chequeos rutinarios y el tratamiento de patologías crónicas. Todo aquello se resume en una sola palabra: prevención.

Más vale prevenir que curar es una expresión que explica sencilla pero claramente el tipo de cuidado que cualquier persona debería tener con su salud. Y no solo para evitar el riesgo de enfermedades; sino, además, para detectarlas a tiempo e, incluso, para hacer más lenta su progresión.
La OMS estableció como prioritario para 2019 prevenir el incremento de factores de riesgo de Enfermedades No Transmisibles y de aquellas que son prevenibles mediante la vacunación. Lo hizo a través de la descripción de 10 amenazas para la salud, en las cuales centrará sus esfuerzos para este periodo, entre las que también se mencionaban los efectos de la contaminación ambiental y el cambio climático, y la resistencia a los antimicrobianos, o farmacorresistencia.
Con este desafío, la autoridad directiva y coordinadora de la acción sanitaria en el sistema de las Naciones Unidas sigue resaltando la importancia que tiene la medicina preventiva en la salud, es decir, en ese estado completo de bienestar físico, psíquico y social que tiene una persona.

Importancia de los chequeos médicos

Las Enfermedades No Transmisibles tienen una larga duración y una progresión lenta. Tanto así que, de no haber chequeos periódicos de por medio, son difíciles de detectar en etapas tempranas.
Entre ellas están las enfermedades cardiovasculares, las respiratorias crónicas, el cáncer y la diabetes. 41 millones de personas mueren por su causa, lo que equivale al 70 % de las muertes anuales en el mundo. La inactividad física, el tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol y una dieta descuidada aumentan su aparición y, por eso, uno de sus principales métodos de control es reducir aquellos factores.

Pero también ayudan en este objetivo los exámenes médicos preventivos, pues permiten conocer el estado de salud, evaluar riesgos o descubrir oportunamente la presencia de estas enfermedades. “Generalmente se recomienda un chequeo médico anual. Si bien este es un lapso prudencial, hay que tener en cuenta que la periodicidad de los controles dependerá de la edad del paciente”, explica el doctor Juan Henríquez, médico general.
Los de los niños deben ser realizados con mayor frecuencia para controlar su normal desarrollo y, en el caso de adultos, el periodo se estima de acuerdo con la edad y el sexo del paciente.
“Lo importante es que un médico sea quien señale el tipo y la frecuencia de los exámenes. Si el paciente sufre de un mal crónico le indicarán visitas menos espaciadas para llevar un control más riguroso”, añade. Pero también advierte que estos exámenes preventivos deberían considerarse como necesarios en los casos de personas que tengan familiares con antecedentes de ciertas enfermedades. Entre ellas hipertensión arterial, diabetes mellitus tipo 2, dislipidemias, asma bronquial, algunos tipos de cáncer -como el mamario, de próstata y los del sistema digestivo-, cierto tipo de enfermedades mentales e, incluso, la obesidad.
“Hay estudios que avalan la condición de que un antecedente familiar es un factor de riesgo importante, dependiendo de la patología y siempre ligado al factor ambiental del usuario. Por ello, es muy importante el autocuidado y que el médico conozca la historia familiar de un paciente”, agrega.

La ayuda de las pruebas de laboratorio

Los exámenes de laboratorio son, junto al examen clínico y a la historia médica, una útil herramienta para confirmar o descartar diagnósticos de enfermedades, así como para hacer seguimientos sobre la evolución que estas puedan tener.
Los 30 años son, dice Jaime López, tecnólogo médico y director del laboratorio clínico de Clínica Biobío, la edad adecuada en que una persona ya debería comenzar con algunos exámenes de forma periódica. Revisar los niveles de lípidos en la sangre, como el colesterol y triglicéridos, acompañados de glicemias y un hemograma completo que puede indicar posibles problemas de salud, como anemia, infecciones y otras afecciones. Esa edad, agrega, cuando se trata de personas que no tienen factores de riesgo. “De no ser así, seguramente su médico le indicará que se realice estos exámenes mucho antes”, añade.
En el caso de las mujeres, también está el Papanicolau y otros que orienten al especialista en los chequeos ginecológicos preventivos.
Desde los 40 menciona como importante el perfil bioquímico que a través de la medición de 16 parámetros (glucosa, colesterol total, calcio, fósforo y bilirrubina, entre otros) ofrece un panorama general sobre el funcionamiento de los riñones, el hígado y algunas glándulas endocrinas, además del metabolismo de lípidos, proteínas y nutrientes. El examen se solicita en controles de salud y en situaciones de pesquisa inicial de una enfermedad.
También en este periodo ya es recomendable que las mujeres soliciten a su médico que les indique análisis de sangre (marcadores tumorales) para detectar la presencia de cánceres de mamas, ovarios o tumores a nivel intestinal. Y, para los hombres, la prueba de PSA (antígeno prostático específico) para detectar el cáncer de próstata.

No debe haber dudas sobre las vacunas

La Organización Mundial de la Salud es clara: hoy las vacunas previenen de 2 a 3 millones de muertes por año, y podrían evitar otro millón y medio si se mejora la cobertura mundial.
El rechazo que estas provocan en ciertos sectores de la población se ha convertido en una amenaza para el progreso alcanzado en la lucha contra enfermedades que son prevenibles con el uso de vacunas. La OMS lo demuestra con cifras: el sarampión, por ejemplo, registró un aumento del 30 % en los casos a nivel mundial. Por eso, desde la organización se recalca la necesidad de reforzar la labor que realizan los trabajadores de la atención primaria de salud para informar a la población sobre la importancia de las vacunas.
“Me he dado cuenta de que a veces los padres vacunan a sus hijos sin tener mucho conocimiento de la protección que las vacunas les entregan, ni de las edades y dosis en que se deben administrar. Se quedan con la información que se les registra en el cuaderno solamente”, explica Johanna Urrutia, enfermera, magíster en Gestión en Salud y gerente del vacunatorio Seres de Concepción. Añade que es fundamental que los profesionales de la salud que están en contacto con los padres se preocupen de entregar esta información y que se cercioren de que ellos la comprendieron.
Esa misma desinformación es la que atenta contra el éxito de las campañas de vacunación. “Sucedió acá en nuestro país recientemente. La campaña de vacunación contra la influenza partió la segunda semana de marzo, pero no todas las personas que pertenecían a los grupos de riesgo respondieron al llamado apenas esta comenzó. Recién cuando aparecieron los casos de fallecidos por influenza se dieron cuenta de lo importante que esto era, en circunstancias de que la población de riesgo debería haber estado vacunada por lo menos en un 80 % para fines de la campaña. Nosotros, hasta la primera semana de julio todavía teníamos pacientes llamándonos por la vacuna contra la influenza”.
En algunas ocasiones, una dosis es suficiente para proteger de por vida contra alguna enfermedad, pero en otras se necesitan refuerzos. “La vacuna contra la Fiebre Amarilla, por ejemplo, requiere una sola dosis para conferir inmunidad de por vida. La de la Hepatitis B, en cambio, requiere tres dosis para que la persona quede inmunizada, mientras que la vacuna contra la Tuberculosis, que se administra al recién nacido, tiene una eficacia de 10 años, aunque también hay estudios que demuestran que podría proteger hasta 80 años”, agrega Johanna Urrutia.
El caso de la vacuna contra la influenza también es particular. “Se debe colocar todos los años ya que los virus van cambiando constantemente, y por eso las vacunas se actualizan con las cepas más recientes del virus”, explica.

Cuidar el corazón

Las enfermedades cardiovasculares son las causantes de la mayoría de las muertes por Enfermedades No Transmisibles en el mundo. Las principales medidas para prevenirlas, explica el Dr.Juan Henríquez, son conocer su presión arterial y mantenerla controlada; hacerse pruebas para detectar diabetes y, si la tiene, ser riguroso en su tratamiento; conocer los niveles de colesterol y triglicéridos; no fumar, ejercitarse regularmente y mantener un peso saludable.

La mente también se enferma

Poco se habla todavía de las enfermedades mentales, aun cuando las cifras que las reflejan no son alentadoras. En Chile, un 23 % de la población tiene un trastorno mental evidenciable según la Sociedad Chilena de Salud Mental.
“Hay estudios que indican que un 80 % de la población tiene síntomas de enfermedades mentales que no han sido diagnosticadas”, precisa el doctor Juan Henríquez. Antes de los 14 años se presentaría alrededor de la mitad de estos problemas. De ahí entonces la importancia de la prevención, enfatiza. “Son señales de alerta los cambios de conducta asociados, por ejemplo, a trastornos del sueño. Asimismo, cuando hay aumento de la irritabilidad y la persona comienza a tener pensamientos negativos o de temor o cuando, además, sus ciclos de alimentación también varían”, enfatiza.
Existen factores que pueden aumentar el riesgo de padecer enfermedades mentales. Entre ellos, tener un pariente consanguíneo (como padre o hermano) que padezca alguna, o las situaciones estresantes de la vida, como la muerte de un ser querido, problemas financieros o las separaciones de las parejas. También influye padecer enfermedades permanentes (crónicas), daño cerebral como consecuencia de una lesión grave, experiencias traumáticas, consumo de alcohol o drogas, haber sufrido maltrato o abandono durante la infancia, una enfermedad mental anterior y la soledad o tener escasas relaciones interpersonales.

Vacunas complementarias

Desde fines de los 70, Chile dispone de un Plan Nacional de Inmunizaciones. Actualmente, este cubre la mayoría de las enfermedades transmisibles susceptibles de ser prevenidas con vacunas: desde recién nacidos hasta que estos cumplen 18 meses, y continúan en la etapa escolar, de primero a octavo básico.
También existen otras, llamadas complementarias, que tienen un costo asociado para el paciente y que, en algunos casos, se administran en más de una dosis.

“Siempre recomiendo todas las vacunas, ya que mientras más inmunizado está un paciente, menos riesgo tiene de contraer enfermedades. Pero si tenemos que hacer una escala de priorización en el caso de los niños, recomendaría en primer lugar la vacuna contra el rotavirus en lactantes, pues según la OMS una de las principales causas de gastroenteritis graves en menores de cinco años son los rotavirus”, señala la enfermera Johanna Urrutia. También menciona las vacunas antimeningocócicas y la vacuna contra la varicela.
A partir del 2014, el Minsal sumó a su Plan Nacional de Inmunizaciones la vacunación contra el Virus Papiloma Humano en niñas de cuarto y quinto básico de todos los establecimientos educacionales del país. Sin embargo, para quienes no accedieron a este beneficio, la inmunización contra el VPH es hoy por hoy una de las más recomendadas, tanto para mujeres como para hombres. “Es administrada en tres dosis y previene nueve tipos de VPH. Entre ellos, los que causan la mayoría de los cánceres de cuello uterino, las verrugas genitales y el cáncer de pene. Se puede utilizar en adolescentes y adultos hasta los 46 años”, recalca la profesional.
Otra vacuna que a su juicio es importante es aquella que previene el Herpes Zóster, que es más común en edades adultas. Y, para quienes se trasladen por un largo periodo de tiempo a Europa, también recomienda la vacuna contra las meningitis tipo B.

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