Procrastinación: cuando postergamos lo imposible

/ 3 de Marzo de 2022
Vicente Aliste Araneda. Psiquiatra. Jefe Unidad Salud Mental y Psiquiatría del hospital Las Higueras.

En su origen etimológico, la palabra procrastinar proviene del latín procastinare (postergar hasta un nuevo día), pero también, del griego akrasia, que quiere decir, hacer algo en contra de nuestra voluntad. En su uso actual, el concepto se refiere a la tendencia de las personas a postergar o demorar la ejecución de actividades habitualmente planificadas o comprometidas. Como conducta aislada, es frecuente de observar, entre otros, en estudiantes que no prepararon su prueba, en dueños y dueñas de casa que no ordenan nunca esa despensa o garaje que habían comprometido organizar, en estudiantes de post grado que sabiendo la fecha de entrega de sus avances de investigaciones, lo postergan sin más, en madres embarazadas que aplazan sus ecografías o controles de salud o en vendedores que no entregan el reporte de metas de la semana, y así en más.

Si esta conducta aislada se traduce en dificultades de desempeño cotidiano, como, por ejemplo, el estudiante que deja de rendir una prueba, no asiste a la clase, o lo hace con una intensa angustia. O el estudiante de posgrado que abandona la investigación, se debe poner atención.

Cuando la postergación de las actividades provoca alteraciones en la funcionalidad diaria de la persona (inasistencias, bajos rendimientos, conflictos laborales) se generan reacciones emocionales negativas. Desde el punto de vista de la salud mental, la principal consecuencia emocional la constituyen los episodios de ansiedad y/o angustia, habitualmente expresados como crisis de ansiedad o de angustia, trastornos de ansiedad reactivos, ansiedad social o trastornos ansiosos depresivos.

Como condición, es decir, como conducta reiterada de postergar o no realizar actos previamente planificados, se estima que se presenta en hasta un 20 % de la población. Sin embargo, tenemos que saber que su presentación es transversal a un número mayor de otras condiciones de salud mental.

La procrastinación puede presentarse en ciertas estructuras de personalidad de rasgos llamados obsesivos o limítrofes o dependientes, en ciertos cuadros, como el trastorno obsesivo compulsivo, en ciertos trastornos de ansiedad, en algunos trastornos depresivos y en algunas condiciones neuropsiquiátricas, como en el espectro autista.

Si tomamos en consideración el problema de salud mental de base donde ocurre la conducta, nos daremos una explicación psicodinámica -las razones de por qué una persona realiza una conducta- y así, por ejemplo, en una personalidad obsesiva, demorar una acción tendrá que ver con planificarla en detalle (que nunca termina), para que salga “perfecta”. En una personalidad de rasgos limítrofes, podrá tener que ver con realizar una conducta en forma exacta a la del ser amado para no defraudar o ser abandonado, o en una personalidad dependiente, porque cree que la superioridad del ser idolatrado le exige que así sea. En un trastorno obsesivo compulsivo, repetir la postergación de la conducta, al igual que en ciertos trastornos del espectro autista -de acuerdo con estudios de neuroimagen y fisiología cerebral- tiene relación con ciertos circuitos cerebrales de la zona profunda (ganglios basales y otros) y ciertos neurotransmisores (dopamina). No obstante en cierto momento se habló de la existencia de una personalidad procrastinadora o postergadora, esto no se ha comprobado. Lo que sí se ha demostrado es que como manifestación o síntoma único se llega a presentar hasta en un 10 a 20% de la población y, que como manifestación o síntoma asociado a una condición psiquiátrica, sigue la tendencia de esta.

En los trastornos de personalidad, entre un 1 a un 5% de la población, en los trastornos obsesivos compulsivos entre un 2 a 3%, en trastornos del espectro autista entre un 0.5 a 1% de la población, y en los trastornos depresivos hasta un 7 a 8%. Dado lo frecuente que esta acción de postergar se presenta en las personas, es muy necesario que para abordarla desde un punto de vista terapéutico, un equipo de profesionales conformado por un psicólogo y, eventualmente, un psiquiatra, deban considerar la base de la problemática de salud mental y la historia de vida de la persona.

En resumen, esta conducta puede presentarse en niños, adolescentes, adultos, adultos mayores, profesionales, estudiantes, trabajadores, dueños y dueñas de casa, con y sin una base previa de problemas de salud mental o enfermedades psiquiátricas. Así, si usted en su rol de profesor detecta a un alumno que constantemente demora la entrega de un trabajo o que tiene un rendimiento en evaluaciones inconsistente con su perfil académico; si su pareja posterga repetidamente el compromiso de la reparación doméstica comprometida o si en lo personal, tal como decía el escritor estadounidense Mark Twain, deja para pasado mañana lo que podría haber hecho mañana, es prudente que considere buscar orientación profesional o se lo sugiera a esa persona.

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