Que nadie se pare de la mesa

/ 2 de Noviembre de 2020

La resolución de conflictos en democracia nos exige asumir la heterogeneidad de una sociedad diversa, donde no siempre estaremos de acuerdo, pero no por eso seremos enemigos. Por esto, además de transmitir esperanza, quienes lideramos equipos e instituciones, debemos ser capaces de generar contextos donde prime la contención y la escucha activa”.

En una reunión días atrás, un líder de una empresa contó una pequeña y significativa historia. Estaba en la mesa junto a su hija universitaria, a quien no veía hace meses, y comenzaron a hablar de política. El “diálogo” -si se le puede llamar así-, duró tres minutos, terminando abruptamente cuando ella se levantó de su silla y se fue. El relato tiene final feliz porque la paciencia y el amor familiar permitieron ir limando asperezas, hasta lograr una conversación sana, donde no siempre están de acuerdo, pero logran estar juntos.

El episodio puede servir de ejemplo para ilustrar lo que nos ha ocurrido como sociedad y los desafíos que tenemos por delante. La escena la hemos visto replicada en múltiples conversaciones, donde demasiadas veces nos “paramos de la mesa”, fortalecidos en nuestras propias convicciones, incapaces de tender puentes para avanzar al consenso. Entonces nos refugiamos en nuestros iguales, en aquellos que piensan lo mismo o parecido, y los muros siguen creciendo.

El espacio público tampoco ayuda. El algoritmo de las redes sociales y las comunidades informativas nos refuerzan nuestro sentido de tribu. El afamado documental El Dilema de las redes sociales, es la mejor clase para entender cómo las plataformas crean burbujas de información, estableciendo realidades paralelas que ni siquiera dialogan entre sí. Extremos polarizados con ausencia de capacidad crítica.

“Puede que tengas razón”, “me dejaste pensando con lo que dijiste”, son frases escasas en el mundo twittero que con toda su ira y polarización, ejerce amplia influencia en la construcción de la opinión pública. La vida real es mucho más compleja, está llena de matices y es maravillosamente más rica que las etiquetas binarias que nos estigmatizan antes de sentarnos a conversar.

Hoy tenemos por delante un desafío mayúsculo que nos convoca a todos: a los del Apruebo, a los Rechazo y a quienes no votaron. La resolución de conflictos en democracia nos exige asumir la heterogeneidad de una sociedad diversa, donde no siempre estaremos de acuerdo, pero no por eso seremos enemigos. Por esto, además de transmitir esperanza, quienes lideramos equipos e instituciones, debemos ser capaces de generar contextos donde prime la contención y la escucha activa.

Desde los distintos sectores productivos hay mucho que aportar al debate que se avecina. Las pequeñas, medianas y grandes empresas son parte del engranaje económico y social que resuelve problemas, entrega servicios, y genera empleo y bienestar a millones de familias. Por eso, al igual que todos los hogares del país, las empresas también necesitan condiciones mínimas de tranquilidad y seguridad para seguir adelante.

Necesitamos que el proceso que hoy se inicia se desarrolle en un clima de paz y sin violencia. Al igual que en una familia tenemos que ser capaces de respetarnos y hacer todos los esfuerzos para fortalecer nuestras instituciones. Porque habrá temas donde no estaremos de acuerdo, pero el proceso constituyente exigirá escoger adecuadamente a los comensales, para que nadie se pare de la mesa.

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