Ronald Fuentes: La vertiginosa vida del “profe”

/ 23 de Septiembre de 2014

Ha tocado la gloria en Los Ángeles. Se le sindica como el responsable directo de que Iberia esté jugando en las ligas profesionales. Pero él lo toma con calma, con la misma que sacó a relucir cuando se lo disputaban en Colo Colo, la Unión Española y la Universidad Católica y él escogió Cobresal, porque los otros grandes en el pasado lo habían rechazado. Una templanza que quizás formó por tantas veces en que el destino le jugó malas pasadas. Hoy, en cambio, en un buen momento, como uno de los héroes deportivos de la capital de Biobío y al contrario de lo que reza el dicho, por fin, “baila con la bonita”.

R. Fuentes-10-ENESTAEDICION
Ronald Hugo Fuentes Núñez es oriundo de Malloco, una pequeña localidad rural de la comuna de Peñaflor, en la Región Metropolitana. Pero a los 12 años no entendía casi ni una palabra de español. El portugués era lo suyo. Desde los ocho había vivido en Brasil, donde su padre trabajaba como tornero mecánico. Allí no sólo se adueñó del idioma, sino que también de un fanatismo sin igual por el fútbol.
En Brasil no existe otra cosa que no sea fútbol. Yo iba a clases desde las siete hasta las 11 de la mañana. Hacía mis tareas rápido y desde las tres de la tarde y hasta que oscurecía jugaba fútbol. Es que en Brasil hay una cultura pelotera. Allá hay mucho potrero, tienes la opción de poner dos piedras e instalar una cancha. Acá en Chile eso se ha perdido”, cuenta hoy, sentado en una conocida cafetería del mall de Los Ángeles, ciudad donde está radicado y convertido en el director técnico de Iberia, e incluso elevado a la categoría de semidios al lograr que este equipo esté ahora en la división profesional del fútbol chileno.
Y eso Fuentes lo sabe. Camina con soltura, saluda sin problemas a quienes lo detienen para felicitarlo, y pide su café de siempre: un descafeinado, con leche semidescremada y dos tabletas de endulzante. Habla rápido, habla como técnico, como ex futbolista, fluido, y recuerda cada fecha de su pasado en los estadios chilenos y del mundo, y sus inicios como “deté”.

El pequeño Ronald

“Mi infancia fue muy diferente a la de los niños de ahora. La televisión no existía, sólo radio. Era jugar mucho con amigos, crecimos con ellos, hemos visto cómo nuestros padres han fallecido, hemos criado hijos”, recuerda hoy de esa etapa que califica como feliz.
Cuando regresó a Chile, a los 12 años tras el fallecimiento de su abuelo materno, además de no hablar nada de español, venía de un sistema educativo distinto. En lugar de estar en quinto básico como todos sus compañeros, a Ronald lo instalaron en tercero. A los dos meses lo subieron de nivel.
En Malloco se juntaba con amigos, iban al campo del abuelo de uno de ellos, hacían una “vaquita” y conseguían una pelota de plástico.
Con todo la pasión por el deporte rey que había adquirido en el país de la samba, empezó a jugar en el club Malloco Atlético, después se cambió de colegio, al Sagrado Corazón de Talagante, y se unió a la selección oficial de ese establecimiento. Ahí ya comprendió que su mejor posición era de central, pero nunca se la “creyó” tanto, como dice.
Convencido por sus amigos, decidió ir a probar suerte a las selecciones juveniles de Cobreloa, Colo Colo y Universidad Católica. En ninguna de ellas quedó. Rememora que fue un momento duro, pero que lo tomó como lo que era. “Entendí que había gente que creía que yo jugaba bien, y otra que no no más. Nunca me eché a morir”. Pero tampoco nunca pensó que más tarde, esos mismos clubes lo buscarían para que fuera parte de sus filas, y que él no aceptaría.
Mientras jugaba en el equipo de una empresa de la zona, en paralelo a su colegio, hicieron un partido amistoso con Cobresal, en Maipú. Jugó tan bien, que el técnico del equipo nortino, Reinaldo Hoppman, lo invitó a participar para dar unas pruebas y jugar en las divisiones menores. Un joven Ronald Fuentes, con todo el orgullo que puso, le dijo que no. Haber sido rechazado en tres ocasiones hacía menos de dos semanas había sido duro.
Pero por esas cosas de la vida, un día que tuvo que ir a hacer un trabajo del colegio a la biblioteca de Maipú, escuchó el ruido típico de un partido de fútbol y corrió a ver. Era Cobresal entrenanado.
Como lo vieron algunos de sus amigos le aconsejaron que se probara, que no perdía nada, y que los “profes” lo querían ver. Tres días antes de cumplir los 16 años, Ronald estaba entrenando, jugando bien, tanto, que al segundo día le tocó entrenar en la misma cancha que Iván Zamorano y, al tercero, ya estaba firmando su ingreso al club. Ahora el destino le sonreía.
Reconoce que no fue muy hincha de algún equipo en particular, pero que le gustaba escuchar los partidos del Colo Colo y que su referente futbolístico era Eduardo “Mocho” Gómez, un central de Cobreloa.

Casi recluta en Putre

Cuando recuerda el episodio de Putre, Ronald se ríe. Pero en ese momento lloró, pues otra vez el destino quería jugarle una mala pasada.
Con 17 años, viajó hasta El Salvador a probarse en el plantel profesional de Cobresal. Quedó y en enero empezó a jugar.
Corría la mitad del año 1988, cuando tuvo que ir a presentarse a Talagante al Servicio Militar, había sido llamado. Putre, allí lo habían mandado a cumplir su deber. Cobresal no puedo hacer nada por “sacarle” el Servicio, pues en el regimiento no le creyeron que estaba jugando profesionalmente.
Se subió a un bus que lo llevaría hasta el aeródromo de Cerrillos, y cuando iban pasando por Malloco, apareció un teniente que le indicó que se bajara inmediatamente y que cuando tuviera la primera camiseta de su equipo se la llevara de recuerdo. Todavía no sabe muy bien cómo pasó todo eso, pero cuando tuvo el primer encuentro, con la Unión Española, pidió quedarse un día más en Santiago y fue a dejarle la camiseta al teniente. Luego fueron amigos por muchos años.
“Vivir solo en el norte fue difícil, yo soy súper regalón y apegado a mi familia. Para comunicarme con ellos había que pedir hora, avisarle a un amigo, que era el único que tenía teléfono en Malloco. Pero tenía claro que era mi gran oportunidad de surgir con algo que me gustaba”, recuerda hoy sobre sus días en la Región de Atacama. Cuenta que tuvo muchas posibilidades de irse con becas deportivas a universidades que le pagaban toda la carrera. De haberlo hecho, dice, hubiese estudiado Educación Física.

La Roja y la rodilla

En 1990 lo convocaron a la Selección Chilena. Lo llamaron porque Vladimir Bigorra, que era muy cercano con Arturo Salah, entonces D.T de La Roja, estaba buscando jugadores jóvenes para “foguearlos”. Lo llevaron de gira por México y ante la selección de ese país, hizo un partido buenísimo, tanto, que al final se le acercó Manuel Pellegrini, ayudante de Salah, y lo felicitó. “Sigue así, y jugarás muchos mundiales”, recuerda que le dijo.
“Yo con esas cosas era súper tranquilo, agradecía, siempre he sido bajo perfil, disfruto lo que corresponde no más. No se me suben los humos a la cabeza”.
En Cobresal, Fuentes siguió jugando hasta 1993. Dos años antes de esa fecha, en un partido con la Universidad Católica, se cortó el ligamento de la rodilla izquierda y estuvo ocho meses recuperándose. Ahí, el destino otra vez, empezaba a poner las cosas cuesta arriba. El 93’ se volvió a cortar el ligamento. Fueron otros ocho meses sin jugar, le pusieron una prótesis y lo habían “deshauciado del fútbol”. Justo ese año se iba a la Universidad de Chile, donde lo esperaron hasta que se operó -incluso le pagaron la intervención-, hizo su período de recuperación y volvió a jugar. Cuando lo vieron sano, Colo Colo, la Unión Española y la Católica le ofrecieron “llevárselo”, pero prefirió quedarse con la “U”, que había creído en su recuperación, y que hacía ocho años no lo había rechazado para ingresar a sus filas juveniles. Ahí a Fuentes se le abrió otro mundo, que no conoció ni en Malloco ni en El Salvador. Tuvo que prepararse en su relación con los medios y acostumbrarse a la presión de la dirigencia con lo que pasa afuera de la cancha.
Ronald completaría más tarde cuatro operaciones a la rodilla derecha y dos a la izquierda, antes de retirarse del fútbol profesional.
-¿Se imaginó llegar a ese nivel, a la alta competencia?
Todos decían que sí. Yo era el único que no me creía el cuento.
-¿Y eso por qué?
Porque siempre mi vida ha sido así. De no creerme el cuento “antes de”, sino que de disfrutar cuando se logra el objetivo.
-¿O sea que es demasiado exigente?
Sí, siempre he sido muy autoexigente y es un problema que tengo, porque logro objetivos y no hago alarde de lo que hago. Cuando me retiré, lo hice igual que cuando llegué. “Yo llegué calladito al fútbol, y me retiré calladito”.
Hay dos episodios que marcaron a fuego su historia, al menos en el mundo del periodismo deportivo. El primero tiene que ver con su apodo de “Chilenita” Fuentes.
Fue en un partido en Copa Libertadores, jugando por la “U”, en 1996, en Brasil, contra el Corinthians. El segundo tiempo, perdieron una pelota en la salida y Fuentes ve que viene el delantero Souza del Corinthians. Se fijó que la pelota venía muy rápido, se giró, hizo la chilena y fue gol. Pero para el equipo contrario.
“Bonvallet me puso el Chilenita Fuentes, me dijo que era irrespetuoso, porque el único que hacía chilenitas en Brasil era Elías Figueroa, y que yo no le llegaba ni al dedo meñique. Pero no, en ningún momento me molestó ni nada. Yo esa jugada la hice muchas veces, y la única vez que la pifié fue esa. De hecho, en 1997 jugé por la Selección Chilena contra Paraguay, y era una jugada muy similar. Yo sentí cómo el estadio se quedaba completamente en silencio, pensando que me iba a volver a equivocar, pero no, hice la chilena y salvé la pelota”, revela. “Yo de todas esas cosas que me pasaban, sacaba el lado positivo. Siempre fui muy terco con mi forma de jugar. Muchos la quisieron cambiar, pero yo no lo hice, y creo que por ahí estuvo mi éxito”.
El otro episodio pasó en el mundial de Francia 98’. En un video de Youtube, poco nítido, se ve a un Ronald Fuentes en el área chica, defendiendo una pelota para que no pasara hacia el arquero nacional, cuando el balón le rebota en la palma derecha. El árbitro, el archiconocido Lucien Bouchardeau, cobró un penal en favor de Italia, que fue anotado contra Chile. Los italianos empataron el marcador y dejaron a La Roja fuera del mundial.
“Para mí el Mundial del 98’ fue más que eso. La prensa nacional en dos partidos me eligió el mejor jugador con Italia (a pesar de la mano) y con Austria”, justifica.
-Pero Ronald, ¿fue mano?
No, no, fue casual y yo sé que en Chile siempre van a vender más o recordar más las cosas negativas que las positivas. Yo todas esas cosas me las tomo con mesura. No me vuelve loco ni la crítica ni los elogios.
-Hay un relato de Pedro Carcuro que habla de la “Mafia Fifa” cuando le cobran el penal, ¿era tan así?
Lo que pasa es que es entendible, porque nosotros éramos un país que no iba hace 12 años a un mundial, Italia va a todos los mundiales, vende mucho más que Chile, tiene más peso, entonces, es normal. Los arbitrajes son siempre para los equipos grandes, tanto en los torneos grandes como en los locales. Y uno tiene que acostumbrarse y luchar con las armas que tiene.
R. Fuentes

La vida como DT

Cuando Ronald Fuentes volvió de Francia ya pensaba en su retiro. Su rodilla seguía con problemas y cada vez tardaba más en recuperarse. Además, en 1996 se había casado, y el 98’ su primera hija venía en camino. Quería tener más tiempo para su familia y para él mismo.
En junio de 2001 es cuando tomó la decisión y se la informó al doctor René Orozco, quien dirigía a la “U” en ese entonces. Él no quiso dejarlo ir y le ofreció participar en la preparación de las series juveniles del planel. Aceptó.
“No extrañaba jugar. Fue un desgaste muy grande, en todo orden de cosas. Volvería a ser futbolista, pero le daría más prioridad a asuntos que dejé de lado, como las amistades. Por las distancias y por los viajes las desperdicié. Hubiese estudiado también. El fútbol te da muchas tardes libres y un buen nivel económico. Debería haberlo hecho”, rememora hoy.
Le pasaron la categoría Sub 14. Fue difícil, asume, porque se dio cuenta que no era como cuando era futbolista, que dependía de él, sino que ahora dependía de los jugadores.
Siguió hasta junio de 2006, cuando quiebra la “U” y llega Azul Azul y la nueva directiva lo desvinculó. Ahí se abrió una puerta en Melipilla para ser el “deté”, pero en 2008 la crisis obligó a reducir costos, Fuentes no pudo hacer contrataciones, y el equipo pasaba por una pésima racha de resultados. Renunció.
El 3 de mayo de 2008, Carlos Heller le ofreció irse a Los Ángeles. El empresario lo ubicaba por su pasado en la “U”. Le pidió que fuera a hacer un gerenciamiento deportivo a Iberia. “Iberia prácticamente no existía. Era el nombre no más. Ni camisetas tenían”, recuerda.
Aceptó, pero con un “proyecto deportivo” de fondo. El proyecto era armar el fútbol joven, a través de donaciones de empresas, poder armar el complejo deportivo y comprar pases de jugadores. Lo que más quería lograr era el sentido de pertenencia. “Tú veías en Los Ángeles y en la calle la gente andaba con la camiseta de la Católica, del Colo Colo, nadie del Iberia. Eso quería cambiar”.
El 2009 se dedicó a sacar adelante el equipo, pero no consiguió que saliera El 2010 supuestamente seguía, pero no lo dejaron. Llevaron a Jaime Nova y ahí se fue a trabajar a las juveniles de Unión Española.
“Heller aceptó lo que dijo toda la dirigencia, que quería que yo no siguiera. La verdad es que hasta el día de hoy no sé por qué me echaron, si esto era un proceso deportivo. Yo nunca he pedido explicaciones, pero no han sabido decirme. Carlos lo único que me dijo fue que se había dejado llevar por los demás y que había cometido un error muy grande. Ese mismo 2010 me llamaron siete veces para que volviera, pero me había comprometido con Unión por 2 años, con el mismo proyecto deportivo que le había presentado a Heller. Pero allá funcionó”, recalca Fuentes.
Se suponía que seguía hasta 2012, pero se vuelve a cruzar con Johnny Ashwell, el mismo que lo había despedido de la “U” cuando arribó Azul Azul y le pidió que se fuera. Eso pasó el 29 de diciembre de 2011. El 28 de diciembre lo había llamado Carlos Heller. Le dijo que le daba hasta el 5 de enero para definirse. Lo quería sí o sí de vuelta en Los Ángeles. El mismo 30 de diciembre le dijo que conversaran. Se juntaron en la Torre Titanium, en Santiago, llegó a acuerdo económico, esta vez con el compromiso de llevar adelante el proyecto deportivo, lo que se ha cumplido. Ya hay una división de juveniles y el recinto deportivo avanza viento en popa. Incluso podría empezar a materializarse el próximo año, dicen los rumores de la prensa local.

La meta

“Cuesta mucho hacer fútbol en provincias. Mucho, mucho,.En esta ciudad hay muchas limitaciones de cancha, por el mismo clima, incluso. Yo creo que el crecimiento como institución es hacia eso, el tener un recinto con cancha de pasto sintético, con techo sobre todo. No es fácil, requiere plata, y requiere tiempo, pero los primeros pasos se están dando. En no más de cuatro años esta institución debería estar sólida”, resume Fuentes sobre lo que viene. “La presión ahora es no perder en un año, lo que costó 21”, detalla
En su fuero interno, dice que está en una etapa de desarrollo aún, a pesar de su vasta experiencia. “Es una categoría que no había dirigido, sí la había jugado y sé lo difícil que es, pero no la había conocido dirigiendo y por eso partido a partido me va enseñando cosas. Desde los rivales, cómo hay que enfrentarlos, a algunas cosas que yo tengo que cambiar en mi intensidad de trabajo”.
Fuentes vive en Los Ángeles, cerca del centro, pero viaja cada 15 días a ver a sus hijos. Trinidad de 15 años, Diego de 13 y Josefina de 11. Dice que habla con ellos unas 4 o 5 veces al día y que la relación es buenísima. No así con la madre de los pequeños, con quien se separó hace siete años.
“Fue fuerte porque me había ido de la “U” a Melipilla. Mis padres también eran separados, y no quería que mis hijos pasaran por lo mismo que pasé yo cuando chico”, dice.
Uno de sus hobbies, reconoce, y cuesta un poco creerlo cuando lo cuenta, es cocinar. “Mi afición es la cocina y mi pasión es el fútbol”, dice el portador también de una serie de tatuajes llenos de simbolismos. Tiene el nombre de sus hijos, en letras chinas, en el pecho, y desde arriba, los cuida un dragón, que revela la protección, justamente hacia sus hijos.
-¿Con qué sueña Ronald Fuentes?
Sueño con hacer un buen campeonato con Iberia. Y que en algún momento, quizá, se escuche mi nombre como posible entrenador de un club de primera división.
-¿Cómo quiere que lo recuerden?
Como una buena persona.
Ahora, a sus 45 años, Fuentes habla un español fluido, pero además, está estudiando inglés, quiere perfeccionarse en el extranjero, sabe que le queda mucha vida por delante y, más que nunca, quiere aprovecharla. El destino esta vez está de su lado.

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