Sacerdote Hernán Enríquez Rozas y la renovación política en Chile:“Con brincos y globitos no llegamos a ninguna parte”

/ 27 de Marzo de 2013


El director del Diplomado de formación política y social de líderes con signo católico en Concepción analiza el momento de la Iglesia:
“Nos hacía falta un remezón”, dice; critica a los políticos apernados en el poder y ruega porque a Camila Vallejo, Giorgio Jackson y Camilo Ballesteros les vaya bien en su camino al Congreso a pesar de la actitud farisaica de sus pares. Enrostra a la Pastoral Juvenil de Chile su mediocridad y asegura que por eso no hay ni dirigentes sindicales ni dirigentes políticos católicos en el actual escenario de la política chilena.
 
 
Compañero del senador Alejandro Navarro, el eterno estudiante de Filosofía de la Universidad de Concepción en los años 80, fue este puntarenense que se hizo cura pese a los regaños de la familia; que le gusta la política desde que tiene uso de razón y que en los dos metros de bondad de monseñor Alejandro Goic Karmelic, párroco en Punta Arenas durante “el golpe”, palpó en carne viva que en momentos de tragedia y de dolor la Iglesia está al lado de quienes sufren.La detención de su padre, funcionario del Servicio de Salud, y la de su hermano durante un año en isla Dawson lo marcó, sobre todo la de Ramón -el mayor de los cuatro hermanos-, sacado desde la sala de clases por los militares cuando apenas tenía 16 años. Los acusaron de ser “medio rojillos”, dice. Sin “hache”, como Miguel y Edgardo Enríquez, los fundadores del MIR, se escribe el apellido de Hernán Enríquez Rozas, de 51 años, vicario de la parroquia Natividad de María de Concepción; profesor, magíster y doctor en Filosofía por la Universidad Pontificia de Salamanca, docente y director del Instituto Teológico en la UCSC y líder desde hace dos años del programa de formación de líderes políticos y sociales del Arzobispado de Concepción, el que ahora comenzará a dictarse como Diplomado por el departamento de Filosofía de la UCSC.Este sacerdote no tiene parentesco con esa rama de los Enríquez, pero se acuerda que el ex rector de la Universidad de Concepción, Edgardo Enríquez Frödden, el abuelo del candidato presidencial del PRO, Marco Enríquez- Ominami Gumucio, dedicó un par de líneas de agradecimiento en sus memorias a Ramón Enríquez, su papá. Y es que vistiendo su puro ternito, tiritando de frío, el ex ministro de Educación de Salvador Allende llegó a Dawson y aquél en gesto humanitario se despojó de su gruesa parka verde y se la cedió. Hernán Enríquez, seminarista en aquellos años duros del gobierno militar, dice ser “fome”, pero de vez en cuando le gusta ir al gimnasio y al cine. No se pierde capítulo de “Mentes criminales” en la tv y sin ser sibarita, disfruta de la mesa: “Más que lo que se esté comiendo, me encanta almorzar o cenar conversando. La mesa es un instrumento, un medio para que podamos expresar nuestra condición humana: dialogamos, conversamos, nos reímos y lo pasamos bien”.
En esta entrevista, días antes de la muerte de Hugo Chávez y del nombramiento del argentino Jorge Mario Bergoglio como el Papa Francisco, el además encargado de recaudar el 1% para la Iglesia, no le hace el quite a ninguna pregunta; acusa que algunos políticos pecan de soberbia, admite que en Concepción no hay líderes y no disimula su interés para que jóvenes dirigentes católicos aspiren a un escaño en el Congreso, tal como hoy lo intentan Camila Vallejo y Giorgio Jackson.
En Chile “tenemos una Pastoral Juvenil mediocre; infantiliza en vez de hacer madurar a los jóvenes, viven haciendo dinámicas, brincando, inflando globitos y tirando cintas. Con eso no van a llegar a ningún lado y por eso no tenemos ni dirigentes sindicales ni dirigentes políticos católicos”, se queja, realidad que pretende revertir a partir de este programa de formación de líderes que nació hace cinco o seis años y se concretó con la venia de monseñor Fernando Chomali.
-Hoy, cuando todos ustedes están tan apuntados por el caso Karadima, por el de Cristian Precht, entre otros, ¿cómo ha cambiado su vida?
-Sin lugar a dudas que los sacerdotes estamos en una situación muy débil. Podemos ser objeto en cualquier momento de una acusación que -inclusive siendo falsa- dañe para siempre nuestra honorabilidad. La voz de la Iglesia sigue teniendo fuerza, sigue transmitiendo una verdad que es irrenunciable, pero se escucha menos. Es cierto que la expresión del pecado que hemos vivido y estamos viviendo daña el sentido de coherencia entre aquello que se dice y se hace. Por eso la Iglesia tiene que seguir evangelizando y estando con la gente que más la necesita. Es el único camino que podemos recorrer para que se recupere o esté en una posición particularmente significativa en la sociedad.
Por otro lado, el dolor – y en algunos casos la persecución- le hace bien a la Iglesia. Lo peor que le puede pasar a un católico es instalarse; pensar que está bien, porque eso significa acomodarse. Los cristianos salieron adelante con una adversidad tremenda y luego fueron capaces de construir la Iglesia. A nosotros quizás, en este tiempo, nos hacía falta un remezón para reencontrarnos con lo que somos y, también, tener los niveles de sensibilidad que se requieren. La Iglesia tiene que abrirse al mundo, establecer un diálogo entre la fe y la cultura. No podemos estar encerrados, sintiéndonos los dueños del mundo y pretendiendo que todos los demás acaten aquello que decimos.
-En ese sentido, con el nuevo Papa ¿se abre una nueva etapa en la Iglesia?
-Yo creo sí que las cosas no pueden seguir siendo exactamente las mismas. El acto de Benedicto XVI es tremendamente importante, significativo, pero las consecuencias que eso debería traer son mayores todavía. El gesto de este Papa fue realmente grandioso. Hoy ¿quién está dispuesto a perder poder? No tengo nada en contra de Hugo Chávez, pero para mí es un ejemplo claro de quien no quiere soltar el poder. ¿Quién dice hoy: estoy enfermo, no puedo seguir o la edad me juega en contra? Todo lo contrario, disimulamos la edad, las enfermedades. Sabemos que si estamos enfermos o viejos somos débiles, por lo tanto la sociedad nos margina.
El nuevo Papa va a tener desafíos muy grandes que afrontar y renovar las cosas que hay que renovar. La Iglesia necesita de aires nuevos y cumplir una de las cosas que dijo el Papa Benedicto XVI, que a mí me significó mucho: el Papa no está solo y el Papa es de todos. Eso significa que no hay privilegiados, que no hay grupos de poder que controlen al Papa. El Papa es de todos y porque es de todos no está solo.
-¿Con el nuevo Pontífice debería producirse una suerte de “limpieza” respecto de quienes han cometido abusos contra menores? Y si aquellos dan un paso al costado, ustedes terminarían siendo muy pocos ¿no?
– Nadie es dueño de la conciencia del otro; tampoco hay que caer en una suerte de fariseísmo o decir que se si se hace una “limpieza” quedarían muy pocos, porque la mayoría no ha caído en este tipo de situaciones. Nosotros vivimos experiencias muy agradables, pero otras muy duras. La gente no es agradecida; todo lo contrario, siempre exige más. Están en su derecho, pero alguien que está en esto, mayoritariamente está por vocación. Por supuesto ha habido y seguirá habiendo personas que están haciendo mal, pero son los menos. No debería existir ninguno, pero recordemos que la Iglesia está constituida por personas y en las personas existe el pecado. Hoy está en boga la pedofilia y el abuso de menores, pero también hay otros problemas que habrá que enfrentar en su momento: el mismo mal uso del poder en la Iglesia; el control que a veces un sacerdote puede hacer sobre la gente, sobre sus conciencias. El nuevo Papa tiene que plantear cosas importantes, pero no es el fin de la Iglesia; sí hay que purificar muchas cosas.
-¿A partir de qué diagnóstico surge esta iniciativa de formar líderes políticos católicos en Concepción?
-Hace 5 ó 6 años vimos que era importante que la Iglesia comenzara a tener una actitud más activa en la cuestión política. Durante la dictadura militar fue muy potente: acogió la cuestión política, social, se preocupó de formar gente, pero eso comenzó a desaparecer, a disminuir por distintas razones. No sólo porque la Iglesia produjo un cambio de obispos, también tiene que ver eso, pero porque surgieron otras instancias. En democracia, no es tarea de la Iglesia cumplir con cosas que sí hizo en otro momento. Nos distanciamos de la cosa política; nos empezamos a preocupar más de la moral familiar, personal, sexual y de alguna manera -como decía alguien- la Iglesia se metió a la cama de los católicos y es lo que estamos pagando ahora.
Sin desmerecer eso, empezamos a ver qué pasaba en política. Eso se unió a las mesas de diálogo, y sobre todo en las que hicimos con el mundo político. Desde allí nos empezaron a decir: qué pasa, los políticos nos sentimos abandonados – ¡eso no es tan cierto, pero en fin!-, por qué no empiezan a formar gente, a renovar la clase política. A partir de esos encuentros con políticos, empresarios y trabajadores que también apuntaban en la misma línea, conversamos con don Fernando Chomali y dijimos: ¿por qué no iniciar un proceso de formación de jóvenes que tenga vocación de servicio público? Percibimos además que no todos los actores políticos tienen una buena preparación.
-¿En qué sentido?
-Hay mucha cuestión de apariencia, de marketing político. Entonces, a la percepción de que algo pasaba; al desafío que vino del mundo político y social y al diagnóstico de que la clase política chilena de hoy necesita renovarse, pero para que se renueve necesita gente bien formada, emprendimos el desafío. Por otro lado, comenzó a producirse en Chile un despertar: la revolución de los pingüinos (Bachelet); luego el tema se hizo más potente con Camila Vallejo y resulta que en este escenario no hay ningún dirigente que haya surgido de las comunidades cristianas: ¿Dónde están los nuestros? ¿Los jóvenes católicos no tienen nada que decir al respecto?
A partir de todo esto que he dicho, echamos a andar el programa con el objetivo de formar jóvenes para que actúen en el mundo político y social; en esto no hay máscaras.
-¿Para que sean obsecuentes con la Iglesia?
-No, para que ellos tenga la mejor formación integral posible en temas como la ley de divorcio o el aborto; segundo, para que ellos conozcan y hagan vida la enseñanza de la Iglesia. No estamos reclutando gente o formando “soldados” adoctrinados por si llegan al Congreso. Pasaron esos tiempos; nos interesa que haya jóvenes bien formados y que sean capaces de asumir una opción política de manera libre. En Chile, por ser católico, puedo ser de centro o de derecha; lo que sí exigimos es una coherencia entre aquello que digo creer y la práctica de esa fe, porque la fe no es para vivirla en la Sacristía, en la casa, en privado. El hombre es razón y fe, una unidad. Pedimos, además, que sean honestos, porque la honestidad no se logra sólo con un programa de formación.
-Muchos podrían preguntarse por qué la Iglesia, particularmente la de Concepción, impulsa esta iniciativa. ¿Qué pretenden en concreto?
-La Iglesia Católica tiene muy claro que todo aquello que le concierne al hombre, le concierne a la Iglesia, por lo tanto la cuestión política, que es algo esencial en la convivencia humana, ocupa un lugar fundamental en la enseñanza y en la evangelización de la Iglesia. Nosotros en Concepción no hacemos más que cumplir con lo que la doctrina social de la Iglesia nos enseña: formar al hombre de manera integral para que pueda vivir la buena vida. Y vivir la buena vida significa vivir en la verdad y en el bien, es decir, nosotros como Iglesia tenemos que formar al hombre en su pensamiento, en su capacidad de razonar, en su inteligencia para que alcance la verdad, pero también en sus actitudes y en la expresión material de esas ideas y pensamientos para que pueda actuar bien. O sea, conocimiento y ética.

Experiencia inédita
Enríquez precisó que esta experiencia de formación de líderes católicos es inédita, y que a los curas de 50 años y más, que de alguna manera son hijos de la dictadura, les caía pésimo el llamado movimiento pingüino: “Veía las protestas, pero después venía para acá (Instituto de Teología) y los chiquillos se estaban comiendo un asado, bebiendo una jaba de cerveza y con la música a todo dar. Esto no puede ser, yo me acordaba de lo de uno. ¿Cuándo me hizo gracia? Cuando ya la cosa tomó un sentido distinto y pasó de una cuestión puramente económica a una de principios: los chiquillos fueron los primeros en empezar a decir “hay que hacer una reforma tributaria”. Al año siguiente, empezaron con el tema del lucro. Ahí la cosa cobró sentido para mí; fue distinto. Por eso, uno los apoya en general y estamos tratando de formarlos para que pasen de la calle a instancias superiores donde, efectivamente, puedan hacer transformaciones. Este movimiento no se puede quedar en la calle; de alguna manera -puede sonar utópico-hacer que los sueños se conviertan en realidad. Cuando uno se pone viejo, compara y yo medía lo que hacíamos como estudiantes -sitting, protestas- para recuperar la democracia. Era nuestra búsqueda del bien común.
-¿Hay algún exponente poniendo en práctica lo aprendido en el programa?
-Cristian Puentes fue elegido presidente de la USS; estando en el proceso, nosotros lo animamos y ganó la elección. Este año van a empezar fuertemente en la UCSC, sobre todo en la Facultad de Economía. Otros han comenzado a militar políticamente. Es interesante ver cómo llegaron y cómo están ahora. Eran muy tímidos. Hoy preguntan, dicen cosas. Y fíjese en la variedad: unos son de Izquierda y otros de Derecha y ahí están juntos trabajando. ¿Cómo eso no va a dar esperanzas, ser enriquecedor? Por ahora se respetan, no sé cómo irá a ser después.
-¿Cuál es el perfil que deberá tener este político formado por ustedes?
-Nosotros queremos que de aquí salgan políticos bien formados a nivel de conciencia, pero también en la práctica de aquello que han conocido teóricamente. Queremos políticos coherentes dentro de las limitaciones humanas que existen; que entiendan que el servicio público es una vocación. Eso significa que tienen que estar dispuestos a padecer la ingratitud, la calumnia y todo aquello que -en el fondo- resulta adverso en el mundo político. Cuando se entiende la cuestión política como una vocación, mis proyectos personales van a ser válidos y necesarios en la medida que estén en comunión con el bien común. Si no es así, tengo que tener la capacidad de renunciar a mí mismo.
También queremos formar políticos que tengan muy claro que los primeros favorecidos con el ejercicio político son los más necesitados; los pobres, es decir, todos aquellos que son indefensos frente a aquellos que tienen poder. Nosotros queremos jóvenes políticos capaces de conocerse a sí mismos en sus virtudes y defectos, en sus potencialidades y debilidades. Por supuesto queremos políticos de fe y apóstoles del Evangelio. No se trata de darle una sacralidad a lo que no lo tiene; no se trata de fundar una cristiandad; no, porque ellos tienen que estar abiertos al mundo y al diálogo o que vivan su fe.
Soberbia, el peor de los pecados
– ¿Cuál o cuáles –diría usted- es el peor pecado de los políticos chilenos de hoy?
-Me molesta el político que está instalado, que no quiere soltar el poder, el que ya lleva 17 ó 18 años en el Congreso, que se siente irreemplazable y cae en el pecado de la soberbia; me molesta el político que es incoherente -la coherencia nos toca a todos- y aquel que hace el cálculo pequeño de buscar el poder para quedarse en él.
-¿Y de sus virtudes si es que las hay?
-Hay muchos que de verdad lo entienden como servicio público; me gusta también la perseverancia de algunos en sus proyectos sociales a pesar de la adversidad; yo he conocido a políticos que de verdad lo hacen por amor, por sacrificio, por desprendimiento, por generosidad, porque entienden que la política es algo que pueden hacer bien. Y hay políticos coherentes también que no viven de la política.
-¿Son los menos?
-No sé. A mí siempre me ha gustado la política, desde que tengo conciencia, pero yo tengo una opinión positiva del mundo político. Públicamente no podemos tener una visión negativa. Pinochet dejó instalada la descalificación al mundo político y eso se mantiene hasta el día de hoy. Uno de los triunfos de Pinochet fue ése: que en Chile nos quedáramos con una pésima imagen de los políticos y de la política. Eso es peligroso.
-Pero hay algunos que contribuyen a que esa imagen adversa se mantenga ¿o no?
-Sin desconocer que hay situaciones que son verdaderas, yo creo que uno tiene que apuntar a levantar el tema político. La no participación de la gente es un ejemplo y también este proyecto apunta a eso; a que motiven a otros. Hay gente que tiene que hacer el trabajo político si no ¿en qué nos convertimos?
-¿El trabajo del político debe ser a su juicio silencioso o bien cacareado, farandulero, incluso, como hacen algunos para captar la atención de los medios y de los ciudadanos?
-Farandulero por ningún motivo; en Chile hay políticos muy serios, conocidos y reconocidos que no han entrado ni un pellizco al mundo de la tontera. Un político tiene que hacer un trabajo serio, tiene que ser como una hormiga que trabaja, pero también tiene que hacer un muy buen uso de la prensa para mostrar lo que está haciendo. Con eso contribuye a sanear esa imagen tan negativa que se tiene de ellos y a que la gente se comprometa más eficazmente en la labor política. Uno de los grandes problemas que tenemos en Chile es la participación y el que la gente se sienta valorada. Falta en el mundo político un compromiso mayor para que la gente sea tomada en cuenta. Y los jóvenes en eso han dado un golpe muy fuerte con sus manifestaciones masivas. El país no es el mismo después de las manifestaciones estudiantiles; coparon la agenda y hasta el día de hoy están en eso.
-¿La idea de ustedes es formar líderes representativos de los jóvenes para atraer nuevos votantes?
-Sí, claro. La iglesia de Concepción está comprometida desde las municipales de 2012 en una campaña para promover la participación ciudadana. La abstención fue grosera y eso le hace daño al sistema político, a Chile. La apatía siempre es negativa y porque además el compromiso del voto es un reconocimiento social y una superación del individualismo. No todos tienen vocación política, no todos van a ser diputados, presidentes de juntas de vecinos, pero sÍ al menos voy con mi voto, me comprometo; si no vivimos esperando el cielo pero despreocupándonos de lo que pasa aquí y no voy a llegar al cielo sólo por apuntarlo.
-Giorgio Jackson, Camila Vallejo y Camilo Ballesteros están afinando sus candidaturas parlamentarias, pero los nuevos dirigentes universitarios ya están marcando distancia. Critican al político tradicional, al cazurro, al de las componendas, al amante del poder, pero no apoyan a sus pares. ¿Cómo entiende usted este comportamiento juvenil?
– Criticarlos es medio fariseo en el sentido de decir, como ustedes ya no están con nosotros, pasaron a ser los malos y nosotros los buenos, los puros, los que no contaminamos y no nos vendemos, los que no nos entregamos a la institucionalidad. Nosotros somos los buenos y en nosotros está la salvación. Ustedes no. Es una actitud puramente farisaica, pero yo creo que lo que están haciendo estos tres jóvenes es justamente lo que deben hacer.
-¿Por qué?
-Es muy fácil estar en la calle donde uno es masa, pero es muy difícil asumir una identidad propia, con los riesgos que ello significa, jugármela en una elección, estar en un Parlamento tratando de hacer realidad lo que en la calle muchas veces fue eslogan o proclama. Lo que han hecho estos jóvenes es una cosa muy valiosa y espero que sean elegidos. Ellos, sus compañeros, critican a los políticos de siempre ¿y quién los va a reemplazar? Alguien tiene que hacerlo y si ellos se atreven, bendito sea Dios. Ahí es donde digo yo que tendríamos que tener a dos o tres Jackson o Vallejo y no los tenemos porque la Iglesia vive preocupada de otras cosas.
-¿Cómo cuáles?
-Tenemos una Pastoral Juvenil en Chile que es mediocre, que se mira a sí misma, que infantiliza en vez de hacer madurar a los jóvenes; viven haciendo dinámica, viven brincando, inflando globitos, tirando cintas. No van a llegar a ningún lado con eso. Por eso no tenemos ni dirigentes sindicales católicos ni dirigentes políticos. Mi opinión es que Camila, Giorgio y Ballesteros lo han hecho muy bien, que surjan otros ejemplos y ojalá ganen. Ahora que se necesite gente que esté protestando, bien, de acuerdo. Se necesita alguien que esté recordando que los cambios son absolutamente insuficientes. El movimiento estudiantil tiene que existir, son los que ayudan a producir cambios. Estar recordando que falta mucho por hacer, es muy importante.
-¿Qué pasa en Concepción que tienen que venir candidatos foráneos incluso?
¿No tenemos líderes, diría usted?
-Es claro que no los tenemos aunque no tengo certeza de qué pasaba hasta que llegó el arzobispo Chomalí . ¿No parece extraño que el arzobispo de Concepción convoque a una mesa de diálogo al mundo político, llegue medio mundo y tenga la cobertura de prensa que tiene?; hemos tenido no sé cuántos encuentros con un 95% de asistencia. Es raro. En el fondo, sin ser penquista, él se ha convertido en un líder por su capacidad de convocatoria; el único que la tiene- y me atrevo a decirlo aunque suene a soberbia- es don Fernando y la Iglesia criticada y cuestionada. Sin embargo, él levanta la mano y llegan políticos, empresarios, dirigentes sindicales y jóvenes. Quizás sea porque su figura es más neutra o porque en la Iglesia hay un espacio de equilibrio.
-¿Y qué hay del manido concepto del regionalismo y de ser regionalista, entonces?
-Hoy no es tan importante de dónde es la gente y por Concepción perfectamente puede ser senador alguien que no sea de aquí. No creo que sea algo malo para la ciudad. Lo que sí me preocupa es que de aquí no tengamos gente que pueda cumplir esas tareas. Pero si no las tenemos ¿de dónde van a salir? El regionalismo va más allá respecto de que los líderes tengan que ser necesariamente de aquí. Eso sí.
 

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