Sexting, una práctica de riesgo

/ 22 de Noviembre de 2018

Intercambiar material “subido de tono” o derechamente con contenido sexual es una práctica en aumento entre las parejas. La tecnología y la facilidad para grabar y fotografiar es una tentación para los adultos y una conducta que los menores quieren imitar. La fragilidad de la información íntima parece no preocupar mientras las relaciones son fuertes, pero cuando se debilitan, las pasiones pueden desatarse y filtrarse. Ahí hay que tener cuidado, como también supervisar que los más jóvenes asuman el poder de las imágenes y resguarden su identidad. Es clave para su desarrollo y reputación “en línea”.

Por Loreto Vial.

 

Ser objeto de deseo tienta desde los famosos hasta al más común de los ciudadanos. Sin embargo, resulta nefasto cuando se involucran los más jóvenes e, incluso, los niños. La práctica del sexting, que es básicamente el intercambio de material con contenido sexual a través de los medios tecnológicos, es una tendencia que aumenta gracias a la masificación de los aparatos electrónicos. Pero, ¿estamos conscientes de los riesgos que se asocian al mal manejo de esos contenidos o de los dispositivos con que se crean estas imágenes?


Vamos por partes. Sexting es la contracción de las palabras inglesa sex y texting, y se usa para dar nombre a la costumbre cada vez más extendida entre los adultos jóvenes actuales de enviar mensajes o fotografías sexualmente explícitas mediante los smartphones.

Los países europeos y Estados Unidos han realizado estudios para medir estas prácticas, y la mayoría concluye que no se trata de una conducta sexualmente arriesgada, que ya es casi parte habitual del cortejo y que quienes lo practican no sufren problemas de ansiedad ni de autoestima. Eso porque tiene consentimiento recíproco y suele ocurrir entre parejas románticas con una relación estable.

Entonces, en qué momento se transforma en un dolor de cabeza. Eso generalmente sucede cuando las relaciones se terminan, entran en crisis, y ese material va a parar en “cadenas” que se envían a través de redes sociales y en sitios públicos.

Las personas aquí se sienten humilladas, agredidas e impotentes. Hay quienes usan este material, que comenzó siendo parte de la exploración amorosa, como venganza en contra del o la ex. Otras personas la manejan sin cuidado, las guardan en lugares de acceso inseguro o, bien,  no cuentan con que el teléfono se les pierda o sea robado. Para considerar lo débil y expuesta que es la tenencia de un dispositivo de este tipo, sepa que un celular se pierde cada tres segundos en el mundo, y en Chile el artículo más robado es justamente el teléfono móvil, por sobre la billetera y el dinero en efectivo.

Un síntoma del término

Los que han pasado por el bochorno de ver publicadas sus fotos o videos íntimos aseguran que el culpable es un tercero. Daniel Halpern, académico de la Facultad de Comunicaciones de la Pontificia Universidad Católica de Chile, explica además que la mayoría de las personas que ha visto difundidas sus imágenes con características de sexting ha terminado sus relaciones. “No conozco casos donde se haya dado a conocer el material mientras éstas se mantienen. En el fondo, quienes hacen esto no están pasando por el mejor momento y, seguramente, buscan una forma de nuevas aproximaciones y probar nuevas cosas”, comenta.

Mientras las relaciones se mantengan estables, la información está segura. Sin embargo, el investigador agrega que muchas veces las personas no proyectan cuáles son las reales consecuencias del sexting o no son capaces de detectar por qué están explorando con este material íntimo sexual. “Algunos piensan que no hay nada de malo con esta práctica y que, simplemente, es su forma de manifestar la sexualidad. Claro, eso puede ser cierto, no lo discuto, pero hay muchos aspectos en que podrían involucrarse en temas delicados e incluso ilegales, por ejemplo, ¿qué ocurre si mi pareja es menor de edad?”, se cuestiona.

Le pasó a los 16

“Isi” está de vuelta en Concepción hace dos años. Tiene 18. Todavía persiste su fascinación por las selfies, pero redes sociales no tiene. Sólo WhatsApp y controlado por su papá. Vivió en Santiago una de las peores experiencias del colegio, cuando decidió compartir con su mejor amiga los mensajes que se enviaba con su pololo con el que llevaba algunos meses.

“Es que yo creo que todos lo hacen, pero no sé… los borran… yo tuve mala suerte, porque mi amiga quiso hacerme una broma y me metió en el tremendo lío”, cuenta. Su compañera y confidente, con quien también tenía una relación más que cercana, se puso celosa de la relación con su nuevo pololo y reenvió las fotos y un video donde aparecían intimando. Supo su curso, el colegio, su mamá. Todo su mundo. Y si bien parece que el momento más fuerte pasó, y que ahora lo toma hasta con liviandad, las cosas cambiaron para siempre. Tuvo que anularse digitalmente, porque las personas fueron drásticas y poco empáticas. La juzgaron y más allá de lo que vieron, le inventaron un montón de otras conductas y “oficios”.

“No paraban de molestarme, me decían cosas al pasar y si bien a mí me importaba poco, me sentía mal por mi mamá y mi hermanito. Todos les hablaban de mí como lo peor, y a los profes les dio por conversar del tema a cada rato, y a mí me hacía más mal que bien, porque los demás no entienden. Ponen cara de que están aceptando o respetando cuando les dicen que hay que cuidar la intimidad o que hacer bullying está mal. Pero cuando se van, igual te molestan y tratan de hacerte ver como lo peor. Mi mamá no aguantó y me hizo venir a vivir con mi papá. Siento que estoy bien, pero la echo de menos y a mis amigos también”. “Isi” fue grabada por su pololo y también por su amiga. Con él, sin ropa; con ella, besándose. Dice que siempre lo tomó como un juego, que nunca pensó que iba a exponerse así, pero pasó. “Mi mamá no sabía que yo tenía relaciones, y eso es lo más vergonzoso. Tener que hablar de eso con ella. Yo sé cuidarme, ya soy grande, pero es raro tener que obligadamente tocar el tema”, cuenta.

¿Eso fue lo más chocante para ti?

“Sí, es que me da una lata atroz hablar con mi mamá de mis cosas personales. Mis amigos me apañaron. Pero a las que les caía mal me decían maraca, zorra, lela, puta. Se inventaban perfiles y me escribían cosas en mis redes sociales… Así que después las cerré, para olvidarme un rato”.

¿Y cómo te afectó? ¿Todavía te duele?

“No tanto, pero conozco a otras niñas que la han pasado mal por cosas que les dicen, porque son más sensibles. Algunas se quieren morir, hacen leseras, se cortan los brazos, toman pastillas, o se ponen a tomar copete. A mí no me pasó eso, pero no fue muy agradable tampoco. Lo peor es que después me hablaban unos viejos para decirme estupideces. Quizás eso fue lo más freak. Que gente que ni me imagino, me viera. Eso me dio lata y ganas de que me tragara la tierra”.

Las consecuencias

Si un adulto mantiene material sexual de un menor de edad se va preso. A pesar de que fuera registrado con consentimiento. “Debería evitarse a toda costa que los menores produzcan y envíen este tipo de material, por más que ellos quieran explorar sexualmente su vida on line, porque no dimensionan las consecuencias que podría acarrearles”, asegura Halpern.

Según el diario El Mundo, el Comando Británico de Explotación Infantil y Protección en Línea, CEOP, advierte que existen miles de horas de grabación de webcams de niñas británicas publicadas en webs de pornografía infantil. Es un mensaje alarmante, pero realista, que nos ayuda a ser conscientes del uso fraudulento del sexting y de las tecnologías. Conocer estos riesgos ayuda si queremos realizar esta práctica y, de ser así, con quién, cómo y cuándo hacerlo. Al igual que a tomar medidas, sobre todo, en relación a los más pequeños.

Macarena de la Fuente, psicóloga infanto juvenil, asegura que ya no están los tiempos para que los padres asuman roles tan pasivos con el material que elaboran los niños con el celular. Indica que muchas veces ellos no tienen idea de las tendencias de los menores, y que es común que se sorprendan y queden en shock por esto.

“El rol de los padres es aquí fundamental. Ellos deben promover una cultura de confianza, de privacidad y de buen uso de la tecnología. Los mayores deben acercarse a éstas y tratar de entender qué son y cómo operan, porque los niños las utilizan y significan mucho para ellos. Tienen que conectarse con la actualidad que viven sus hijos y cómo se están desenvolviendo. Lo ideal es dialogar las consecuencias de enviar esta información. Los jóvenes generalmente viven en esta fantasía de que ‘a mí no me va a pasar’. Creen que pueden tener sus fotos y que no hay posibilidad de que se las roben o que un desconocido pueda entrar en sus cuentas”, sentencia la psicóloga.

Muchos niños tienen dispositivos con acceso a Internet desde los 10 años, si es que no antes, en un computador sin control parental. Saben que los mayores practican el sexting y como toda tendencia tecnológica, ellos quieren imitar sin saber que podrían ser víctimas de personas con malas intenciones que a la larga pueden doblegarlos y conseguir que practiquen sexo digital sin querer. 

Ahí estamos hablando del grooming, que consiste en establecer lazos de amistad con un niño o niña, de manera deliberada por parte de un adulto, para obtener satisfacción sexual mediante el envío de imágenes eróticas o pornográficas, o incluso como medio y preparación para un encuentro sexual posterior. Efectivamente es parte de la conducta pederasta y supone un grave problema sobre la seguridad de los menores. En este sentido, la información y la educación sexual preventiva es fundamental, más aún si los menores tienen acceso a móviles, tablets o computadores.

Pero no necesariamente los niños pueden ser vulnerados por adultos, sino por otros que sean más avezados y sexualizados. La psicóloga Macarena de la Fuente dice que también puede existir chantaje o extorsión por parte de jóvenes de edades similares sobre otros con características más vulnerables.

“Se manipula con órdenes como: yo tengo esta foto tuya… si no haces lo que te digo entonces la publico. La persona  se siente acosada y humillada y, por lo mismo, es muy necesario prevenir a los más chicos y los adolescentes sobre lo peligroso de tentarse con el sexting. Les puede parecer algo muy normal imitar las conductas de ciertos íconos que ven en la televisión o en Internet, pero el descuido puede llevarlos a situaciones desagradables e incluso traumáticas”.

La profesional advierte que en los menores las consecuencias a nivel emocional son graves. “Sobre todo en la niñez y adolescencia es muy probable que se generen trastornos de ansiedad, depresión, problemas de autoestima o de identidad. Incluso, rechazo social y aislamiento.  Cuando la información se dispersa y los comentarios crecen, se asocia también a otras problemáticas, como el bullying o el ciberacoso”.

Cuando hay una víctima de sexting también surge otra faceta en ella, que es la culpabilidad y la frustración. En la adolescencia las personas están en la formación de su identidad, entonces, ese proceso se ve muy alterado. El autoconcepto se devalúa, se aíslan y se sienten culpables y sin salida. Ante este tema los padres casi siempre se ponen en la vereda de que su hijo es la víctima, pero  ¿qué pasa si nuestro hijo es el acosador? Macarena de la Fuente se detiene y reflexiona que eso es aún más delicado. “Hay que buscar qué es lo que lo motiva a hacerlo. A veces también es una presión social, porque alguien lo insta o porque se sienten tentados a vengarse por alguna razón. Con ellos hay que hacer intervenciones sistémicas, trabajar con la familia o con el colegio, también como parte de la educación sexual”, indicó.

Los profesionales sostienen que una de las consideraciones más importantes que deben tener las personas es lo valioso de su privacidad. En una sociedad que tiende a contarlo todo y a basar la autoestima en los “likes”, hay que diferenciar la construcción de la imagen sin cosificar al otro, y entender el daño que significa “desnudarlo” en público.  Estar alertas y pedir ayuda cuando sea necesario es un deber parental, pues de eso depende que el comportamiento digital de los niños sea seguro, pues cada vez hay más escenarios para exponerse y, también, más riesgos y amenazas.

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