TDAH, sobrediagnóstico y uso excesivo de medicamentos

/ 29 de Septiembre de 2022

Dr. Vicente Aliste Araneda.
Psiquiatra.
Jefe Unidad Salud Mental y Psiquiatría,
Hospital Las Higueras.

Desde hace unos años, es común que los colegios llamen a padres y madres para informarles que sus hijos se muestran inquietos en la sala de clases, desobedecen a los profesores, hacen bromas o no siguen instrucciones. Generalmente, a esos padres también se les habla del concepto del Trastorno por Déficit Atencional e Hiperactividad (TDAH) -el que casi automáticamente le es asignado a sus hijos- y se les orienta sobre llevarlos con un profesional que les dé medicamentos para “mejorar su problema”.

Esta situación -desgraciadamente real y muy frecuente- omite pasos importantes en el proceso de evaluación, diagnosis y tratamiento de los menores, generando diagnósticos imprecisos y tratamientos que no consideran el contexto social y familiar, centrándose solo en el uso de fármacos, que implican el riesgo de mal uso (y abuso) de medicamentos útiles, pero que, al ser mal prescritos, pueden generar graves efectos secundarios.

La pandemia de Covid-19, y sus largas cuarentenas, que implicaron encierro familiar forzado, cierre prolongado de colegios y la sobrecarga de funciones de los padres, conformaron la tormenta perfecta en este periodo para que la opción farmacológica aumentara dramáticamente para niños con y sin esta condición.

“… las consecuencias de sobrediagnosticar y sobretratar son muchas, partiendo por la estigmatización del niño y su familia, y el medicar a menores que no lo requieren, y que tardarán en tener un correcto diagnóstico de presentar otra condición”.

Si revisamos la evolución conceptual de este trastorno, vemos que en 1798, el médico Alexander Crichton describió una condición similar, marcada por la inquietud y la incapacidad de estar atento por mucho tiempo. Luego, en 1917, en el marco de una epidemia de encefalitis letárgica, se planteó que los niños con TDAH tendrían una afectación cerebral parecida, hipótesis que fue descartada, pero que acertó en que tenía base neurobiológica.

En los ’60, comenzó a usarse masivamente el metilfenidato como principal fármaco para tratar el TDAH, definiéndose más tarde que el síntoma primordial de esta condición era la falta de atención sostenida, más que la hiperactividad.

Hoy se sabe que en este trastorno tienen un rol importante los circuitos cerebrales -que usan los neurotransmisores dopamina y noradrenalina-, pero que también participa el componente psicosocial (manejo ambiental/social/familiar).

Como en toda condición de salud, el diagnóstico debe ser preciso, serio y consistente. Pero como en este caso no existen exámenes para ello, es la observación prolongada del niño, en diferentes ambientes, efectuada por profesionales (psicólogos, neurólogos, pediatras, psiquiatras) con experiencia en el tema, y con información relevante proporcionada por profesores y familia, lo que lo validará.

Asimismo, un tratamiento efectivo y seguro debe ser multidisciplinario, y contemplando medidas ambientales de apoyo al menor, de asistencia a su familia, de asesoría a los profesores en aula y, cuando corresponda, el uso racional de medicamentos.

Esto porque las consecuencias de sobrediagnosticar y sobretratar son muchas, partiendo por la estigmatización del niño y su familia, y el medicar a menores que no lo requieren, y que tardarán en tener un correcto diagnóstico de presentar otra condición. A ello se suma el gasto en fármacos y, como refiere el ISP, a la aparición de efectos secundarios potencialmente graves a nivel cardiovascular, psiquiátrico, dermatológico y genito-urológico.

Si bien no existen estadísticas actualizadas fidedignas respecto de sobrediagnóstico o sobremedicación en Chile, podemos tener una aproximación considerando algunas cifras de la Central Nacional de Abastecimiento. En 2010, Cenabast compró 339.650 cajas de metilfenidato. Al año siguiente, adquirió 6.657.051. Para 2013, la cifra ascendía a 8.392.942. Es decir, en tres años, el fármaco usado para tratar el TDAH se multiplicó por más de 20.
En cuanto a la estimación de niños diagnosticados con esta condición, puede tenerse una idea al revisar el número de estudiantes ingresados al Programa de Integración Escolar, aunque este plan cubre solo a alumnos de colegios municipales y subvencionados, y no todos los menores diagnosticados pueden ingresar a él.

Según una Memoria del Repositorio de la U. de Chile, en 2014, 32.981 estudiantes diagnosticados con TDAH ingresaron al programa, cifra que equivale al 13,14% del total de niños y niñas inscritos en este plan. Otra cifra, aportada por una publicación de El Mostrador, señala que solo en 2012 la cantidad de niños diagnosticados con esta condición, cubiertos por el sistema de salud, pasó de 7.940 a 28.095. Un alza de más de 300%.
A nivel mundial, la situación es igual de preocupante. Según datos del Servicio Nacional de Salud de Inglaterra, en la última década la prescripción de metilfenidato se ha cuadriplicado, mientras que en EE.UU., de acuerdo con la encuesta Nacional de Salud, 5,2 millones de niños entre 3 y 17 años fueron diagnosticados en 2010 con TDAH.

En resumen, es importante entender que no todo menor inquieto o que se distrae con facilidad tiene TDAH. Aun así, si existe la sospecha, se le debe llevar con un profesional que lo diagnostique basado en la observación, y no solo en un listado de síntomas. Si la condición se confirma, el tratamiento debe ser multimodal, con la insoslayable participación del grupo familiar, y sin que el medicamento sea la primera opción.

 

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